Enfrentar un relato es la aceptación de un contrato tácito. El lector debe entender que lo que leerá no es real, así el escritor o escritora jure, de manera solemne, que sucedió todo lo que encontrará en su historia.
Antonio Moretti
El Festival Primavera Poética, como todo actividad cultural en el Perú, es una tarea quijotesca. Empezó hace ocho años, con otro nombre, otros objetivos y con el entusiasmo propio de los poetas. Se invitó a escritores peruanos y extranjeros, pasajes comprados, libros en imprenta, permisos otorgados. Todo iba bien. Sin embargo, la burocracia pudo más.
Nada como ir al cine. ¿Recuerdas? El estreno más esperado entusiasmaba como si uno fuera un niño. Sin embargo, a pesar de la resistencia de muchos, nadie duda de que son exitosas plataformas como Netflix. Lo mismo pasó con el paso del vinilo al CD y al MP3, y ahora a Spotify o Youtube. Algunos productos culturales, obligados por la coyuntura, también se adaptan.
Los escritores —dice el mito— somos una especie extraña. Amamos tanto el bullicio nocturno de los amigos entusiasmados por el licor y la seducción de los cuerpos poco limitados por la moral como la soledad y el silencio que engrandecen el placer de la lectura y la deliciosa tortura de escribir. En días de cuarentena, un escritor —siguiendo el mito— estará encerrado en su estudio.
Complicado, por decir lo menos, es que un hombre formado bajo las valoraciones del machismo tenga un exitoso proceso de deconstrucción y, más aún, no haga uso de los beneficios que le prodigan el patriarcado. Quienes rodeamos los cuarenta años (o más) tuvimos esa formación en casa, en el colegio y, además, fue fortalecida por los medios de comunicación que consolidaban los estereotipos.
“Todos somos marineros”, película peruana dirigida por Miguel Ángel Moulet, narra la historia de tres marinos rusos. Ellos, pescadores frente a las costas de Chimbote, ya han excedido el permiso que el Estado peruano les ha otorgado. Deben dejar nuestro territorio o regularizar sus permisos.
He terminado de leer el libro de cuentos “Resina” de Richard Parra, publicado por editorial Planeta en 2019.
La pregunta eterna para los y las artistas es ¿cómo producir una obra perdurable e innovadora? Respuesta difícil de alcanzar si pensamos que contar historias se hace desde siempre. Entonces, proponen teorías, experimentan o levantan algún arma blanca para asesinar a la generación anterior. Internet, y los blogs particularmente, parecían ser una herramienta para la innovación.
Para muchos lectores, una buena novela es aquella que refleja las virtudes o defectos de una época, ya sean con historias realistas o a partir de una elaborada fantasía. Sea una u otra la dirección, es imprescindible que el escritor o escritora tome distancia, reflexione sobre las implicancias de los eventos que quiere novelar y atienda posturas de diversos calibres.
1998. La política parecía burlarse de todos y silenciar a los pocos que luchaban por principios. Muchos vivíamos escépticos ante los que hablaban de cambio y de quienes sospechábamos que eran socios del poder.
Judith Vélez ha dirigido el documental “Volver a ver”. La idea es tremenda. Después de años de investigación en los archivos fotográficos de diversos medios, seleccionó a tres fotógrafos importantes, no solo por la calidad de sus fotografías, sino porque han registrados tres momentos fundamentales para entender la historia última de nuestro país.
En la década de los ochentas, entre la crisis económica y el terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, surgió un grupo de escritores y escritoras esplendido, opacado por la coyuntura, como es comprensible.
El uso de la voz para la narración de historias posee un encanto atávico. Seguro, hubo algún narrador ancestral, intuitivo en el tono y la pausa, elocuente en el gesto que cautivó a la tribu alrededor del fuego nocturno. La oralidad, en ese sentido, fusiona historia y teatro. Y esto, considero, lo tienen muy claro los organizadores de The Reading Show.
Imaginemos que uno llega a conocerse y aceptarse a sí mismo y, por lo tanto, identificar cuál es el camino que se debe transitar para llegar a ese abstracto, subjetivo y vaporoso fin: ser feliz.
Como muchos, recibí el discurso sobre Velasco en el que se le señalaba como el culpable de todos los males, la causa del retraso económico y educativo del país; algo así como la semilla del mal.
A ella la hostigaban por no llevar la falda como sus demás compañeras del colegio, la juzgaban, le ponían apodos. Solo porque el largo de su falda era diferente. Mientras leía lo que esa jovencita sufría en un ambiente cerrado como es el de un nuevo colegio, pensaba en algo que de modo similar haya sufrido u observado sufrir en algún varón.
Augusto Effio es un escritor que se ha hecho esperar. Ha pasado poco más de una década, desde que publicó «Lecciones de origami» (Matalamanga, 2006), para que publique el libro de relatos «Algunos cuerpos celestes» (Peisa, 2019). Son apenas seis relatos con los que el lector queda convencido de que Effio es un autor importante. Tiene estilo.
Gimena Vartu es escritora. Escribe poesía, escribe obras de teatro; escribe sin el límite al que nos han acostumbrado las etiquetas de «novelista», «poeta», «cuentista» o «dramaturgo». No tiene esas barreras, como varios otros escritores y escritoras de su generación. La interesante editorial cartonera, Dendro editorial le ha publicado «Fábula de cuerpos calientes», su primer libro de relatos.