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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

Repitámoslo como letanía de castigo.

El programa diseñado por los genios de palacio de gobierno semeja un queso gruyere por el sinnúmero de huecos que contiene. Siendo el principal haber dividido, al menos Lima, en dos ciudades. Una de los segmentos altos y medios y otra de los pobres.

El coronavirus ha acallado, al manos temporalmente, las noticias del affaire Odebrecht y el nuevo Congreso. Ellas congregaban, en lo básico, el insumo de todas las noticias.

Franklin Delano Roosevelt cinceló una frase memorable, pronunciada en plena Segunda Guerra Mundial: “Primero, permítanme manifestarles mi más firme convencimiento de que, a lo único que deberíamos temer, es…al temor mismo.

Nos preguntábamos días atrás sobre lo que ocurriría cuando, finalmente, la pandemia Covid-19 haya sido –esperamos- superada. El mundo -antes y después de este virus que reúne todas las características de un experimento salido de los sótanos de algún laboratorio de guerra bacteriológica- sería otro, luego de contabilizar las bajas que haya causado.

Resulta difícil acostumbrarse a una realidad tan cambiante como es la paralización de toda actividad que nos rodee, sin que haya ocurrido alguna catástrofe. Los estados de emergencia suelen instituirse, justamente, como consecuencia de alguna calamidad. Como aquella vivida en tiempos del terrorismo. Pero rara vez como resultado de una pandemia, como ha ocurrido en esta oportunidad.

China paraliza el mundo.

Resulta ofensivo, incluso delincuencial, que autoridades supuestamente encargadas de investigar la megacorrupción del affaire Lava Jato -no a título propio, sino en nombre suyo, amable lector, como integrante del Estado peruano- como son estos presumidos fiscales Vela Barba y Pérez Gómez -que se creen unas prima donas-, sigan burlándose de nosotros llevándonos como borregos de las narices a tra

A nivel mundial, hasta ayer las estadísticas advertían alrededor de 155,000 infectados por la pandemia Covid-19, y alrededor de 3,000 muertos. Evidentemente el número de infectados contabilizados corresponde, en exclusivo, a la cantidad de individuos que oficialmente han sido analizados y detectados por organismos oficiales de salud como portadores del coronavirus.

Declarada la Pandemia por la Organización Mundial de la Salud OMS queda claro que estamos en problemas. Primero porque, seamos sinceros, tenemos un sistema estatal de salud de ínfima calidad.

La falta del concepto de Estado entre nuestra clase dirigente es simplemente brutal. El Perú sigue existiendo porque Dios es grande, apelando a la escasa infraestructura que nos legaron generaciones anteriores.

Mientras por incapacidad del régimen Vizcarra sigue acentuándose la desaceleración de la economía, el mundo avanza a una eventual contracción del nivel de crecimiento al que nos tenía acostumbrados. En particular, el ajuste de China nos vendrá muy mal. Y así nosotros nos aproximamos al inicio de la batahola electoral 2021.

Un gobierno a la deriva -con un mandatario perdido en el espacio de su propio laberinto y un gabinete ministerial mayoritariamente poblado por practicantes del nadismo que caen cuales soldaditos de plomo vencidos por vínculos con la guarrería- insiste en continuar destruyendo el país.

Dentro de 19 días Vizcarra cumple dos años como presidente de la República -jefe de Estado, por más que diga lo contrario- y el país está mucho peor que cuando asumió el cargo, aupado por Fuerza Popular y un “Congreso obstruccionista” a los cuales Vizcarra infamó inmisericordemente, tanto como organización política como Poder Legislativo.

El médico Abel Salinas, exministro de Salud del régimen Kuczynski-Vizcarra (hasta antes que el segundo de esa plancha traicionase al primero) cuestionó justificadamente que el presidente Vizcarra apareciese por televisión a las 7:30 de la mañana -con cara de velorio- para lanzar una suerte de mensaje a la nación anunciando la llegada del apocalipsis al país: el Covid-19.

Vivimos tiempos de fronda. La accidentada presidencia de Pedro Pablo Kuczynski le generó al país una profunda crispación social por las razones de su forzada renuncia. La población no había logrado salir del estupor que le produjera la noticia que EE.UU.

La Policía capturó ayer a un adolescente quinceañero que asesinó a una niña de solo cuatro años de edad. Crimen sin nombre que merecería la pena de muerte -o cadena perpetua- para el incorregible criminal que lo ejecutó.

Carlos Lozada, actual ministro y exdirector Ejecutivo de Provías, tiene muchísimo que explicar. ¡Pero el primer ministro Zeballos salió ayer a declarar que Lozada goza de la confianza del presidente Vizcarra! No, señor Martín Vizcarra. Si Lozada no renuncia, usted debe removerlo de inmediato. Caso contrario, reconfirmará que es un embustero porque apaña la corrupción.

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