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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

Con toda seguridad, salvo el Perú, no existe nación que repudie la libertad, proclame el malestar general como regla de vida y desee fervientemente que no haya justicia ni paz social para quienes nazcan en su territorio, ni para quienes hayan adoptado su nacionalidad.

Marisol Pérez Tello es esa clase de personas que jamás debe volver a participar en la política, por ser un elemento tóxico y peligroso para el país. Su currículum lo dice todo.

Salvo que suceda algo extraordinario entre que escribimos este comentario –y usted lo lea el primer día del próximo año–, el año 2024 no ha sido aquel diluvio que muchos temíamos; no obstante, todos los presagios que han habido desde que Dina Boluarte asumiera la presidencia del Perú.

El deterioro socioeconómico que el ministro de Economía y Finanzas, José Arista, sigue causándole al Perú es simplemente estremecedor. Imbuido de un desparpajo colosal, Arista pisotea los principios fundamentales del equilibrio presupuestal como si estuviera administrando una bodega. A esto se suma su falta de liderazgo, aunada a una reverencial sumisión ante la presidenta Boluarte.

En medio del Blitzkrieg desatado por dos furiosos fiscales, Rafael Vela y José Pérez, porque el Tribunal Constitucional dispuso que el Poder Judicial atienda el habeas data interpuesto por Phillip Butters —pidiendo copia del pacto secreto suscrito entre Odebrecht y ambos fiscaletes—, aparece doña Silvana Carrión —procuradora del caso Lava Jato desde hace cuatro años— disparando fuego cruzado co

Recientemente comentamos que el broadcaster Phillip Butters y su abogado, Wilber Medina, le han hecho un enorme servicio a nuestro país tras vencer un sospechoso y farragoso cúmulo de trabas y resistencias.

Que la presidenta Dina Boluarte Zegarra está preparada para ejercer la jefatura del Estado es tan cierto como que su actual rostro no haya sido dibujado por un cirujano plástico. ¡Lo que sí es verdad es que la señora no tiene la más pálida idea de lo que implica gobernar un país! ¡Eso sí es una realidad! No algún malintencionado invento.

Pasadas las celebraciones navideñas, se acerca el Año Nuevo. Uno que se presenta con la etiqueta de crucial. ¡Y, peor aún, más peligroso que los cuatro últimos lustros que hemos vivido envueltos en la borrachera del totalitarismo zurdo! La razón es simple. ¡2025 será el año previo al que, con nuestros votos, decidiremos quién gana los comicios de abril de 2026!

El escándalo creado tras saberse el contenido del pacto secreto de “Colaboración Eficaz” —suscrito a nombre del Estado por dos fiscaletes de tercer nivel, y mantenido bajo siete llaves durante cuatro largos años por ambos sujetos— revela que la Justicia en el Perú está podrida.

“Fue un grave error, me arrepiento. Ahora puedo expresarlo: permitir que empresas (Odebrecht) que mantenían proyectos de construcción” (con el Municipio de Lima, siendo ella alcaldesa de ese consejo municipal) “se metieran en la campaña por el ‘NO’”.

La apertura de investigación al fiscal José Pérez Gómez, así como a su jefe Rafael Vela Barba, y el ejemplar portazo que les ha dado a ambos sujetos el Tribunal Constitucional –permitiendo que, finalmente, el país conozca los alcances del pacto secreto que urdieron con Odebrecht, Graña, Miró Quesada y otros, en perjuicio de nuestra nación– son dos noticias vertebrales para el futuro del país, q

Merece el reconocimiento de la sociedad peruana la exitosa campaña periodística —por iniciativa del broadcaster Phillip Butters— demandando la publicación del “Pacto Secreto” suscrito por el Estado peruano con Odebrecht; y, consecuentemente, haber conseguido que el Tribunal Constitucional, nuestra máxima autoridad en materia de resguardo de la Carta Magna, disponga su inmediata publicación.

Corren los meses y se acercan las elecciones. Pareciera que a nadie le preocupa lo que hace tiempo vienen haciendo Antauro Humala y demás presuntos candidatos extremistas para los comicios de abril de 2026. Tampoco parece interesar lo que sucede en torno a los llamados frentes políticos —provinciales y populares— dispuestos a tomar el gobierno del país por las buenas o por las malas.

El comunismo y su aliado, Sendero Luminoso, persisten en consolidar el poder que espuriamente saborearon, gracias al iletrado golpista Pedro Castillo; fina cortesía de ese sujeto impresentable, comunista y, claro, abogado defensor de genocidas de la banda de Abimael Guzmán, llamado Jorge Luis Salas Arenas.

Recientemente, Javier Milei cumplió un año desde su asunción a la presidencia, tras una campaña electoral que toda la progresía —argentina y mundial— calificó de falsaria, o acaso de esquizofrénica.

La decadencia del Estado peruano no sólo es culpa de los regímenes presidenciales y de las bancadas congresales que lo conducen. Principalmente, es responsabilidad de los partidos políticos que propusieron a la ciudadanía a candidatos que no están a la altura de la obligación y del compromiso que significa asumir las riendas de una nación.

Aunque etimológicamente el término “woke” signifique “consciente”, después de la caída del Muro de Berlín empezó a usarse como una estrategia para revertir el colapso del comunismo, ocurrido tras el dramático derrumbe del Muro de Berlín.

La peligrosísima parálisis económica y el fenomenal caos político que embarga hace dos décadas al Perú —por culpa de las tropelías cometidas por sucesivos ex jefes de Estado— mantienen inmovilizada la inversión privada. Consecuentemente, aquello margina el desarrollo nacional a niveles de espanto.

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