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Jose Luis Patiño

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Periodista y analista económico y financiero, con más de 25 años de ejercicio profesional en diversos medios periodísticos (prensa, radio y TV), como Diario EXPRESO, RPP Noticias, Canal 7. Ganador de 4 premios nacionales de periodismo por sus investigaciones especializadas.

La administración Vizcarra enrumba a su último año de gobierno. En medio de una incontrolable pandemia que aún no tiene visos de final, el reloj le juega en contra para remontar la crisis sanitaria, económica, política y social que azota al país en medio de la incertidumbre y el desasosiego ciudadano.

Cuando pensábamos que la pandemia sería una gran oportunidad para grandes cambios en la gestión política, económica y social, el cese de la cuarentena nos despierta, a cachetada limpia y sonora: rebrote agresivo de informalidad, autoridades locales y regionales pintadas en la pared, legisladores contagiados por la angurria populista, murallas y barreras que en vez de disminuir se agigantan para

Mientras el ejército de bata blanca muere por salvar vidas en el “sistema” de salud, en el otro “sistema” de transporte público la Covid-19 alista un nuevo y furibundo ataque en masa. ¿Hay reformas que tanto el Ejecutivo como el Congreso vienen trabajando “sesudamente” codo a codo para que el Perú por fin tenga un sistema de salud universal y un digno sistema integrado de transporte urbano?

Algunos dirán que estoy pidiendo peras al olmo, pero el contexto dominado por las secuelas de la pandemia no está para ser negacionista, obstruccionista, angurriento y menos demagogo.

Nos acercamos a los primeros 100 días de la declaratoria oficial del ingreso de la pandemia a nuestro territorio. Tal como era previsible, la mayoría de peruanos, los responsables de administrar nuestro vetusto Estado y nuestra rancia clase política, jamás le prestaron la suficiente atención al tsunami viral que se acercaba amenazante a nuestras costas.

Cuando la incertidumbre, angustia y desesperación nos atormentan día a día, cuando las cifras de muertos y contagiados se apilan indeteniblemente como lúgubres rascacielos, cuando el hambre, pobreza y desempleo se vuelven virales, y cuando observamos que nuestras autoridades caen en la tribulación al tratar de contener las secuelas de la pandemia, nos preguntamos, ¿algún día saldremos de esta p

La administración Vizcarra tendrá que enfrentar en las próximas dos semanas, no solo el máximo pico de la pandemia viral traducida en un número mayor de infectados y muertos por la Covid-19, sino a la olla de presión que se cocina en los sectores emergentes que no han sido beneficiados con los subsidios económicos que el MEF viene autorizando para enfrentar la parálisis productiva y de servicio

El Covid-19, el virus del pánico, viene obligando a la mayoría de países del mundo a ir a contrapelo contra el mayor dogma de los últimos tiempos: la globalización.

Pandemia. La esperada escalada galopante del Covid-19, el virus del pánico, ha desatado sin querer queriendo el más impactante simulacro global de la historia ante una virtual amenaza mortal contra la supervivencia de la humanidad. ¿Hay razones reales que justifican esta reacción?

Saquémosle la vuelta al manoseo interesado y muy lucrativo coronavirus.

El temor humano a la muerte es tan viral como cualquier pandemia registrada en la historia de la civilización. Cualquier indicio de propagación de muertes en dominó enciende las alarmas de la angustia y se activa mecanismos sensoriales de autodefensa, para evitar a como dé lugar ser parte de la larga lista de seres atrapados por la onda letal.

La desaceleración económica ayuda a visibilizar los problemas estructurales de un país y nos recuerda cuáles deberían ser nuestras prioridades como sociedad.

Perú es percibido en América Latina como uno de los países con más avances en la lucha anticorrupción.

Si solo se cumpliera el primer artículo de la Constitución, los peruanos estuviéramos encabezando el ranking del mejor país para vivir en este convulsionado mundo:
“La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado” (Artículo 1, Constitución Política del Perú).

Mientras, la resaca de las elecciones congresales sigue siendo analizada por politólogos, sociólogos, etnocacerólogos, frepapólogos y otras nuevas ramas de la opinología mediática, hay decenas de miles de jóvenes a quienes el Estado peruano los ha virtualmente desalojado de las “aulas formales” y echado a su suerte al patio trasero de la incertidumbre.

Aunque hoy algunos estén obsesionados, calculadora científica en mano, por confirmar cuántas curules le corresponden a cada partido o movimiento político, para recién predecir cuál será el comportamiento del nuevo Congreso en el juego de contrapesos con el Poder Ejecutivo, lo cierto es que será INTRASCENDENTE a la luz de una evaluación histórica.

La democracia ha resultado ser, hasta el momento, el sistema de gobierno que mejores alternativas le da al ciudadano para ejercer sus derechos y alcanzar niveles de bienestar personal, familiar y comunal. La madurez democrática se mide por el grado de fortalecimiento de las instituciones que le dan el soporte, viabilidad y sostenibilidad en el tiempo.

El 2019 ha sido marcado en su transversalidad por las develaciones producto de los casos Lava Jato, los Cuellos blancos del Puerto y el Club de la Construcción.

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