¿Saldremos de ésta?
Cuando la incertidumbre, angustia y desesperación nos atormentan día a día, cuando las cifras de muertos y contagiados se apilan indeteniblemente como lúgubres rascacielos, cuando el hambre, pobreza y desempleo se vuelven virales, y cuando observamos que nuestras autoridades caen en la tribulación al tratar de contener las secuelas de la pandemia, nos preguntamos, ¿algún día saldremos de esta paranoia colectiva?
Y la respuesta que encontramos en el baúl de la historia nos debe servir como bálsamo y energizante para recuperar la fe y certidumbre de que -de esta situación compleja y estresante- sí saldremos, pero con el renovado reto de no volver a repetir crasos errores que costaron miles de vidas.
En ese sentido, tanto los administradores temporales del Estado, la clase política, el sector empresarial y la población organizada, deben conjugar esfuerzos para ir haciendo camino al andar. Una lección que nos recuerda siempre la historia es que, en los tiempos donde la crisis nos ahogaba, el principal enemigo de un peruano era, lamentablemente, otro peruano.
Esta mala praxis de sacarnos los ojos en medio de las tinieblas de la incertidumbre, sólo nos hunde más en la tragedia. Esa innoble actitud de celebrar impúdicamente los errores del adversario político o ideológico, atizando el caos y desgobierno para tratar de llevar agua para su molino, resulta francamente perversa e indolente con las víctimas de la desgracia.
La historia nos enseña que el único camino para salir de una crisis de esta magnitud es la solidaridad, la empatía y la acción propositiva. Ello exige ser hidalgos en admitir errores pero a la vez renovar liderazgos para enmendarlos y retomar con mejores bríos la batalla contra la pandemia.
Es importante exigir a quienes administran el Estado en todos sus niveles abrir espacios de diálogo y colaboración con la población. Liderar una crisis no solo es dictar normas o leyes para el acatamiento servil de la ciudadanía. Es persuadir a que la población participe de manera organizada en la construcción de soluciones más realistas y funcionales. Y, para ello, es clave que la autoridad política asuma una actitud de saber escuchar, interactuar y enmendar caminos.
Ha llegado la hora de que Estado, clase política, empresarios y ciudadanía ejerzan una actitud franca en la búsqueda de consensos. La contención de una pandemia exige unidad, fortaleza y una actitud firme, propositiva, solidaria y empática. Mientras sigamos sacándonos los ojos, tirándonos barro con ventilador, y poniéndonos zancadillas entre peruanos, el coronavirus seguirá recorriendo el país como Pedro por su casa. La contención está en nuestras manos entrelazadas. Y recuerden que el “sálvense quien pueda” sólo es un grito cobarde en medio de la adversidad.