Urge un Estado más humano
Si solo se cumpliera el primer artículo de la Constitución, los peruanos estuviéramos encabezando el ranking del mejor país para vivir en este convulsionado mundo:
“La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado” (Artículo 1, Constitución Política del Perú).
¿Nuestro Estado y sociedad cumplen a cabalidad el primer mandamiento constitucional de defender a la persona y respetar su dignidad? Muchos dirán, “bueno, es que somos imperfectos y por ahí siempre hay malos elementos que impiden lograr al 100 por ciento esa meta”. Veamos, con unos cuántos indicadores básicos, el impacto en carne y hueso de esa “imperfección” en nuestra población:
• 88 madres de cada mil mueren durante el parto en Perú. En Italia 2.
• 17 niños de cada mil mueren al nacer en Perú. En Eslovenia 1.
• 43 % de niños menores de 3 años sufren de anemia. En Canadá 9 %.
• 18 % de niños menores de 5 años están desnutridos en Perú. En Alemania 1.3 %.
• 20 % de la población es pobre en Perú. En Taiwán 2 %.
• Más del 50 % de nuestras niñas y niños menores de 15 años que viven en el ámbito rural son pobres.
• 15 % de nuestros adolescentes (14 a 19 años) no estudian ni trabajan (¡más de 440 mil!).
• 14 % es la tasa de analfabetismo en Perú. En España 0 %.
El solo hecho de hacer estas simples comparaciones y marcadas diferencias, nos deben hacer repensar en la forma que históricamente los peruanos y, especialmente, quienes gestionan las políticas públicas y los recursos económicos, vienen afrontando los problemas.
Así, cuando hablemos de defensa de la persona humana y al respeto a su dignidad partamos del hecho de que existen otras sociedades en este mundo terráqueo donde sí se cumple esos anhelos, o están más cerca de cumplirlos.
El Perú si bien ha venido registrando mejoras en indicadores claves, lo cierto es que aún estamos muy por debajo de la tabla en el ranking global del bienestar. Ello exige una mayor eficiencia en la gestión de los recursos públicos, que pasa por una reestructuración de un Estado que debe ser rediseñado para impregnarle ese sentido vital de humanidad y de dignidad.
Una de las formas de avanzar en este largo camino al bienestar humano es lograr empoderar a una mayoría ciudadana para que exija a sus autoridades una mejor administración de los recursos públicos, con la prioridad que la problemática exige, con la probidad y transparencia necesaria y sin perder nunca esa misión que exige el primer artículo de nuestra Constitución: defensa de la persona humana y respeto a su dignidad. ¿El primer paso que debe dar la mayoría ciudadana? Elegir bien. Tan simple, pero a la vez tan complejo. Allí reside nuestra gran imperfección.