Contravirus 2020
Saquémosle la vuelta al manoseo interesado y muy lucrativo coronavirus. Es hora de que esa fuerza manipuladora de mentes que exacerba temores e induce al pánico, contribuya de alguna u otra manera a promover no solo buenas prácticas de salubridad en la casa, el barrio o en la comunidad, sino a priorizar como Estado aquellas políticas públicas que son vectores de protección y bienestar: saneamiento, salud y educación.
Primero hay que ser realistas. ¿El Perú está preparado para hacer frente a cualquier pandemia viral? El que le diga que sí, favor que visite ipso facto la posta médica, el centro de salud, el hospital o el colegio más cercano, y de paso que recorra asentamientos humanos que carecen de agua potable y de alcantarillado en sus casas.
Es indignante ver a autoridades, líderes y ciudadanos que se suben a la ola del virus del pánico sólo para “demostrar” que están “contribuyendo a su lucha”. Bueno, aprovechemos su “entusiasmo” para que de una vez por todas impulsen los miles de proyectos paralizados y, especialmente, a potenciar la gestión de los servicios de saneamiento, salud y educación.
¿Cuántos hogares beben a diario agua contaminada? La principal inversión para preservar la salud de la población, especialmente de los más vulnerables, es el acceso a agua segura y a un sistema que retire las aguas negras de sus hogares y luego las trate para atenuar el impacto ambiental.
En el Perú y en otros países indolentes nos llenamos la boca manoseando cifras con los “sin agua”, sin embargo pasan gobiernos y con ellos miles de muertes porque la inversión en el cierre de brechas es exigua o porque la gestión de los sistemas de saneamiento resultan siendo un desmadre.
Luego de las inyecciones de virus y bacterias a las familias por tomar agua contaminada, se suman al coctel mortal, la anemia y la desnutrición. ¿Alarma pública por esta situación? Bueno, ahí está -para fotografiar a diario- la situación del sistema de salud urbano y -para filmar una película de terror-, la “red” sanitaria rural, que en realidad son retazos de harapos de una política pública que solo conserva el nombre.
¿Y a dónde van las nuevas generaciones a alimentarse de sabiduría para buscar cambiar su triste realidad? A colegios que se caen a pedazos, sin agua segura, sin desagüe y sin un norte de esperanzas, porque, maldiciones de la vida, su situación se ha normalizado.
En conclusión, si escucha a su autoridad decir que hará todo lo posible para que ese virus no nos llegue a la coronilla, exíjale que primero invierta en dotar a su comunidad de agua segura, cambie letrinas infectadas, nutra a los más vulnerables, atienda en condiciones dignas a los enfermos y eduque bien a las nuevas generaciones. ¿Nos declaramos en alarma permanente?