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Haciendo el juego a la impunidad

Fecha Publicación: 16/02/2020 - 22:10
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Perú es percibido en América Latina como uno de los países con más avances en la lucha anticorrupción. Una simple evaluación de los hechos sustenta esta percepción: todos sus ex jefes de Estado que ejercieron el poder y se coludieron con las mafias en las últimas tres décadas o fueron condenados por la justicia (Alberto Fujimori) o vienen siendo procesados (Alejandro Toledo, encarcelado en Estado Unidos a la espera de su extradición; Pedro Pablo Kuczynski, con prisión domiciliaria; y Ollanta Humala, con proceso abierto). Incluso, uno de ellos (Alan García) tomó la fatal decisión de suicidarse ante la descomunal presión de lo evidente.

A ellos, hay que agregarle el caso de Keiko Fujimori, la heredera del bastión electoral que forjó su padre en los 90, gracias a lo cual obtuvo una aplastante mayoría congresal; hoy también con prisión preventiva acusada de vivir del dinero de la corrupción.

Avalan estas percepciones, el hecho de que los dos últimos alcaldes de la capital peruana (Susana Villarán y Luis Castañeda) estén con prisión preventiva, acusados también de haber permitido que la corrupción no solo haya esquilmado sino prácticamente pulverizado la precaria institucionalidad de la política pública. A ellos habría que agregarle la larga lista de gobernadores regionales, alcaldes, ex congresistas, jueces, fiscales y grandes empresarios que vienen siendo procesados por ser parte de este cáncer endémico, que asfixia a los peruanos.

Alcanzar estos avances no ha sido fácil. Un puñado de fiscales y jueces con precario apoyo político pero con una potente alianza mediática-ciudadana ha logrado resquebrajar a la mafia gracias a una herramienta denominada colaboración eficaz, que en términos prácticos significa sentarse a negociar con corruptos, ofrecerles incentivos para que delaten a sus compinches, y así develar la red corrupta y su complejo modus operandi.

Es evidente que esta negociación con parte de la mafia está sujeta a críticas y a cuestionamientos, comprensibles porque todos queremos obtener la verdad a cambio de nada. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con quienes intentan desesperadamente destruir lo avanzado, dinamitar el mecanismo de colaboración eficaz para que los que hoy vienen siendo investigados, procesados o a punto de ser condenados sigan siendo arropados con el manto de la impunidad.

La reciente crisis política autoprovocada por quienes deberían ser firmes en esta titánica lucha contra la corrupción es una muestra más de cómo la mafia se aprovecha de las debilidades de sus enemigos. El “destape” de una “secreta” reunión entre un ministro de Estado con la mafia “promovida” por un procurador, encendió las alarmas de la “moralidad” y del “qué dirán”. Ello provocó renuncias y declaraciones tan hilarantes expresadas en la magnánima frase “no negociamos con corruptos”. ¡Eso es justamente lo que pretenden quienes buscan tumbarse la colaboración eficaz!, herramienta vital y necesaria para evitar que siga reinando la impunidad.