Qué iba a imaginar que sus textos serían llevados al cine, al teatro o a la música. Él solo escribía. Se mimetizaba con el mundo y escribía. Sus diarios, sus aforismos, su correspondencia son acaso los puntales para entender una obra que nos dejó relatos notables, y novelas, que, aunque inconclusas, afirmaron su extraordinario talento.
Harold Alva
Escritor, editor y analista político. Ha publicado una veintena de libros, entre los que destacan Lima: la épica del desastre (2012) y Ciudad desierta (2014). Dirige los Seminarios Abiertos de Formación, Editorial Summa y el Festival Internacional de Poesía Primavera Poética.
Diez mil ejemplares de una revista que ya camina en Lima. “Círculo de Lectores, la aventura de leer”, la plataforma virtual fundada y dirigida por el narrador Gabriel Rimachi Sialer, se constituye como un documento impreso del que tengo el honor de ser su editor general.
“Cuando presento sus libros y la gente me pregunta por él, me siento orgullosa de ser la hija de un presidente que dejó tantos escritos sobre temas tan importantes y diversos, pienso en su trascendencia, en velar por su memoria”, dijo Carla García, refiriéndose a las obras de su padre.
Gracias a él descubrí a Góngora y Quevedo. Con el poeta Luis Enrique Robles, mi primer hermano en la poesía, lo visitábamos casi todas las semanas. Yo crecí leyendo y admirando a Javier Heraud, a César Calvo, a Luis Hernández. Cuando llegué a Trujillo y me enteré que Juan Paredes Carbonell sería mi profesor, sentí que no serían tan graves las clases de derecho.
“Nuestra vida es una esperanza que se convierte continuamente en memoria y la memoria engendra esperanza”, decía don Miguel de Unamuno. Esa es la razón, intuyo, que moviliza, hace veintisiete años, la voluntad de Alfredo Pérez Alencart, el peruano salmantino que no ha cejado en su misión por hacer de octubre un conmovedor registro de propuestas poéticas para la posteridad.
Ayer culminó el III Coloquio Latinoamericano de Literatura, organizado por la Universidad Nacional de Tumbes, en el marco de sus cuarenta años de fundación.
A inicios de este año, Cecilia Bernuy, gerente de la Fundación Cultural del Banco de la Nación, con quien el pasado 2023 publicamos la antología poética del X FIP Primavera Poética, con imágenes de la artista plástica piurana Mili Vega, me comentó sobre un bello proyecto de libros digitales como una apuesta por la inclusión, masificación y democratización cultural, su decisión por entregarle al
La semana pasada presenté “El escapista”, la nouvelle póstuma de mi hermano Pedro Novoa, quien fuera columnista de este diario. “Prometeo era escapista para que yo también lo sea”, escribe el narrador como quien lanza una señal para advertirnos frente a qué estamos.
El jueves 23 de mayo, en la Casa de la Literatura Peruana, el poeta Marco Martos resaltó la presencia de la Amazonía en la obra de Alfredo Pérez Alencart, aun cuando Alfredo vive, hace cuatro décadas, en España. “Podría haber escrito sobre los atardeceres a orillas del Tormes, o las calles de Salamanca, sin embargo, elige los ríos de su primera patria”.
“Madre, madre, tú me besas/ pero yo te beso más / y el enjambre de mis besos/ no te deja ni mirar...”, son los primeros versos de “Caricia”, el poema de Gabriela Mistral que mi padre me enseñó cuando tenía seis años. La escuela celebraría el día de la madre y yo fui el voluntario que levantó la mano para participar, declamándolo, en la verbena.
Escribir para niños es una bella responsabilidad. Siempre he pensado que se necesita vocación pedagógica para atreverse a capturar su atención. Por eso, en un momento cuando se confundió el maravilloso arte de la sencillez con el facilísimo, resulta esperanzador encontrar una autora que, además de escribir bien, hace de sus protagonistas, personajes ejemplares en su intención formativa.
Anunciamos que las entradas para el avant premiere de “Marco Martos. Palabra. Tiempo. Poesía”, están agotadas”.
La palabra “códice” nos remite a las primeras publicaciones, a aquellos documentos de piel de venado o de papel amate sobre el que las antiguas civilizaciones dejaba registro de su historia.
La primera noticia que tuve sobre él fue por un libro: “Un pino me habla de la lluvia”, volumen de poemas en prosa que me detuvo sobre su editor. Mi amigo Miguel Ángel Zapata me había dado algunas referencias.
Temía volar. La primera vez que abordé un avión fue a Chile, a un encuentro de poetas. En aquel entonces la única memoria que tenía del aire era una tarde, en la montaña de Tumbes, cuando nos trasladamos a comprar víveres, en época de lluvia.
A la poesía peruana contemporánea se la ha dividido en generaciones por ciclos de diez años, de quince, alguna vez alguien intentó periodizarla vía otros conceptos, estuvimos muy cerca de configurarla en Baby Boomer (1949 a 1968), Generación X (1969 a 1980), Millenials (1981 a 1993) y Generación Z (1994 a 2010) y, así, ensayos de diversa índole.
Tenía ocho años cuando llegué a casa conmovido por la primera composición. Yo no sabía qué era, solo recuerdo la emoción de mi padre leyéndola en voz alta.
Había escrito sobre un niño que vivía en el fondo del océano, una criatura que salía de vez en cuando a la superficie a mirar de lejos, y con miedo, a otros niños, que jugaban sobre la arena.