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Noceda, el caminante

Fecha Publicación: 13/04/2024 - 20:20
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La primera noticia que tuve sobre él fue por un libro: “Un pino me habla de la lluvia”, volumen de poemas en prosa que me detuvo sobre su editor. Mi amigo Miguel Ángel Zapata me había dado algunas referencias.

Estuve a punto de conocerlo el 2008 cuando fui responsable del cuidado de edición de Hofstra Hispanic Review, que se imprimía en sus talleres de la Av. del Río, en Pueblo Libre.

Lo conocí, sin embargo, gracias al poeta Arturo Corcuera, quien me obsequió otro libro: “Como una espada en el aire”, la antología sobre los poetas del sesenta que preparó Óscar Araujo León, publicada por Noceda Editores.

Por la antología me enteré de su amistad con César Calvo, Reynaldo Naranjo, Víctor Escalante, por mencionar algunos de los intelectuales que marcaron esa década, pero fortalecimos la amistad por Alberto Escalante, el histórico diseñador de los poetas del setenta, hermano de Víctor, con quien años atrás, con Jorge Espinoza Sánchez, fuimos responsables de la colección Perú Lee, los libros que vendimos a un sol, cuyos collages de las portadas, Alberto los trabajó en los talleres gráficos de la Av. Del Río.

Por eso me alegra sobremanera “Huellas de caminante”, el libro de sus primeras memorias que acaba de publicar. Walter Noceda Martorellet, nació en la localidad de Huaycabamba,

Huánuco, en 1953, contador público cuya sensibilidad fue determinante para dedicarse a la industria gráfica desde 1981; escribe sobre su infancia, sobre el lugar donde aprendió a declamar sus primeros poemas, describe a Huaraz, su segunda tierra, nos sorprende con su asombro frente a la araña, esa enorme araña que también sorprendió a Vallejo, nos conduce a un viaje por la nostalgia cuando nos presenta a su viejo amigo Chacal, el perro que le enseñó por qué es el más noble y leal de los amigos; recuerda su época de motociclista, la adrenalina de enfrentarse con la velocidad no solo del tiempo, sino también de sus primeros emprendimientos. “Estas huellas de caminante nos ilustran de modo indirecto sobre la realidad del Perú en su tejido social”, expresa Marco Martos en el prólogo, el poeta y ex presidente de la Academia Peruana de la Lengua no se equivoca.

Hay en estas huellas un bello reportaje a nuestras tierras, a la vida de sus protagonistas; de eso dan cuenta las imágenes que capturan momentos épicos, reuniones de Walter con Ernesto Cardenal, Justo Jorge Padrón, Gerardo Chávez, Pablo Macera, José Antonio Bravo, César Calvo, de quien fue acaso el último de sus receptores. Yo felicito a Walter por esta bella lección de amistad, mucho se habla sobre hacer, pero poco se hace, Walter es uno de los fundadores de la industria editorial, ahora “dice” que está retirado, ojalá que no, su sello ha sido escuela para muchos que nos dedicamos al incomprendido mundo de las publicaciones. Que estas huellas sirvan como prueba de que sí es posible ser editor en el Perú.

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