La normalización de la mentira perpetrada por Vizcarra como eje central de su gobierno y de su discurso, carcome la política, pulveriza la confianza y esperanza de una población atribulada por la pandemia, la muerte de sus seres queridos, el desempleo y el empobrecimiento galopante.
Martha Meier M.Q.
En medio del dolor de millones de peruanos que han perdido familiares, empleo y esperanzas, Vizcarra decidió dedicar su tiempo a una sesión fotográfica por Fiestas Patrias. Para este hombre todo es propaganda, imagen y búsqueda de aplauso, aparte de mirar a otro lado cuando de su entorno corrupto se trata.
En su mensaje del 28 de julio, Vizcarra repitió la cantaleta de que la pandemia desnudó la precariedad y las deficiencias en la salud “olvidada por décadas”, cuando en realidad solo calateó la mendacidad de un individuo que ha incumplido todas sus promesas y no construyó ni amplió la infraestructura sanitaria. La salud nunca fue su prioridad como presidente de facto ni gobernador de Moquegua.
Los medios que bautizaron “Acuerdo con Odebrecht” a una traición a la patria, ahora le dicen “aporte” a la coima de U$200 mil dólares pagadas por Hernando y José Graña para la No revocatoria de la exacaldesa de Lima Susana Villarán.
La visita de Vizcarra a Arequipa fue desastrosa, política y moralmente. Encontró el repudio de la población y del personal de salud, un rechazo inesperado para él pues no se refleja en las encuestas elaboradas para hacerle feliz, ni en la prensa rastrera.
El largo confinamiento no desaceleró los contagios y más bien dejó a tres millones de compatriotas sin empleo, arrastrando a la pobreza, además, a buena parte de la fuerza laboral informal, es decir 70% de peruanos que se ganan el pan al día.
Ahora Vizcarra es don terror: “Este virus va a atacar a todos, nadie se va a salvar. Unos más temprano otros más tarde, pero nadie se salvará. Hay que estar preparados porque no tenemos otra alternativa”, dijo en radio Americana, de Moquegua.
Vizcarra miente, culpa a otros por sus errores al abordar la pandemia del Covid-19 y pretende encandilar a los incautos con su discurso de papá primerizo preocupado. “Lávense las manos”, dice, olvidando que millones de hogares no tienen acceso al agua limpia y menos pueden gastar en jabón.
Hay quienes sin pasar por las urnas concentran más poder que los electos. En 2014, el ministro de Justicia del humalismo, Daniel Figallo, nervioso por el seguimiento a las corruptelas de la brasilera Odebrecht, increpó a Yeni Vilcatoma: “¿Tú sabes quién es Odebrecht? Odebrecht pone y saca presidentes, es dueño del Perú, es dueño de Latinoamérica?”.
El presidente Donald Trump dijo “Nuestra nación es testigo de una despiadada campaña para aniquilar nuestra historia, difamar a nuestros héroes, borrar nuestros valores y adoctrinar a nuestros niños”. Fue en su mensaje por el día de la Independencia de los Estados Unidos.
“Detrás del aparente gobierno se ha entronizado uno invisible que no es leal ni reconoce responsabilidad alguna ante los ciudadanos”, sentenció el presidente estadounidense Theodore Roosevelt, refiriéndose a las confabulaciones de Cornelius Vanderbilt, Andrew Carnegie, Henry Ford, John D. Rockefeller y John Pierpont Morgan para hacerse del control político de Washington.
“Este bebé está sin oxígeno y está con cianosis generalizada. Estamos dando ventilación a presión con oxígeno ambiental. No tenemos oxígeno. Allá hay otra colega ventilando a otro bebé con ventilación mecánica. Todos los blender suenan porque no hay oxígeno”, grita desesperada una enfermera en la unidad neonatal del Hospital II de Tarapoto, donde murieron dos bebitos gemelos.
Las “protestas sociales” que proliferan en países libres, democráticos y prósperos son de manual comunista y fascista. Benito Mussolini llegó al poder después de su ‘Marcha sobre Roma’, en octubre de 1922; tenía la aprobación de apenas 1% de la población pero lo logró.
Una cosa es respetar la ideología ajena y muy distinto tolerar la imbecilidad de la progresía global que destruye pequeños y grandes negocios, incendia templos, saquea hasta tiendas de postres y vandaliza monumentos, dejando como firma la hoz y el martillo. Occidente y su tradición judeocristiana están bajo amenaza, también el libre mercado, la propiedad privada y el imperio de la ley.
El antropólogo y activista de izquierdas Saul Alinsky (1909-1972) –ídolo de varios líderes del partido demócrata estadounidense– sostenía que “El primer paso en la organización comunitaria es la desorganización comunitaria”. Hillary Clinton hizo su tesis de licenciatura sobre él y contando con su asesoría.
El gobierno propicia la importacion de eucalipto en esquejes enraizados, de Brasil, no se sabe por qué ni para qué.
La rodilla policial sobre el cuello de George Floyd precipitó la muerte del afroamericano de 46 años, en Minneapolis. Inmovilizado sobre el pavimento repetía “No puedo respirar”.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, tiene su cuota de responsabilidad en la propagación del virus de Wuhan. Quienes critican la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de romper con esa agencia de la ONU deberían recordar los múltiples cuestionamientos que pesan sobre ella.