Las uniformidad, consonancia y monotonía de opinión alrededor del enjuague pactado por los fiscales Vela y Pérez con la corrompedora brasileña Odebrecht, confirma que detrás de aquel “arreglo” artero están los mega intereses de la elite política que sigue mandando en el Perú, desde que capturase el poder tras el triunfo de PPK.
Luis García Miró Elguera
Invocamos hace un tiempo al Poder Judicial a no dejarse presionar –ni menos todavía manosear, inducir o seducir– por el poder fáctico de la progresía marxista que maneja el affaire Odebrecht desde Palacio de Gobierno, la Fiscalía de la Nación y los medios vendidos al poder.
Las falacias del desconcertante gobierno Kuczynski-Vizcarra –hipotecado a la mafia progre-marxista– ya se caen de maduras. Es un ritual cotidiano escuchar desde el jefe de Estado, pasando por ministros y desembocando en legisladores palaciegos, decir A para, tranquilamente, opinar Z horas después.
Hay voces que claman por mantener en el poder al presidente Vizcarra, conscientes de que se trata de un personaje carente de luces y tacto para ejercer la magistratura más importante del país. La excusa es que Vizcarra es lo que tenemos. Y más allá de él solamente existe el vacío. La nada. No obstante Vizcarra es un espontáneo hecho a mano.
Alejandro Toledo Manrique es uno de los seres más despreciables que ha nacido en este país. No únicamente por su desmedida ambición para hacerse del poder sino, sobre todo, por la fórmula perversa que utilizó para llegar a él. Se aprovechó de todo y de todos cuando Alberto Fujimori había perdido tanto reflejos como vigor.
La fiscal de la Nación Zoraida Ávalos está cortada por la misma tijera del IDL que los fiscales-actores Vela Barba y Domingo Pérez. Ancho para los míos, angosto para los demás. El más descarado de los amiguismos instalado a tope en el poder de turno.
El Perú seguirá atollado en el fango de la pendencia y la tontería mientras subsista un sistema de gobierno tan asimétrico como el que impuso Kuczynski y continuó Vizcarra.
Entramos al año preelectoral más peligroso de nuestra historia reciente. Unos comicios que se definirán en medio de la indignación ciudadana. a consecuencia del destape de un conjunto de escándalos de corrupción en los cuales han participado expresidentes como Toledo, Humala y Kuczynski, dos de ellos representantes del centro derecha y un tercero, Humala, de la izquierda chavista.
Renunció al premierato César Villanueva tras ejercer el cargo durante un año. Pero Villanueva fue más que primer ministro.
La inseguridad ciudadana está en alerta roja. El gobierno carece de un plan profesionalmente elaborado para combatirla. La sociedad vive acosada por una tropa de vándalos que asaltan hogares y establecimientos comerciales. No sólo para robar, también para asesinar a las víctimas porque no encuentran el botín que imaginaron. Esta liturgia es cuestión de todos los días.
Como consecuencia de tener un gobernante postizo atemorizado por los fantasmas que rondan al régimen Kuczynski-Vizcarra cuya campaña electoral, según un testigo presencial, recibió US$ 100,000 del corrompedor Club de la Construcción; además de las versiones no desmentidas sobre su vínculo empresarial con Odebrecht (a través de Conirsa); sus relaciones cercanas a Graña y Montero, al extremo que
Así como los fiscales-actores Vela Barba y Pérez son tan implacables al perseguir los crímenes de corrupción del entramado conocido como Lava Jato, delitos que según ambos fundamentalmente han cometido apristas y fujimoristas –así de parcializados son estos funcionarios públicos–, igual de riguroso, severo, duro, inflexible debió haber sido el periodismo con estos dos inquisidores histriónicos
El golpe blanco de Estado perpetrado por el régimen Vizcarra aduciendo como excusa que el suyo es el –único– gobierno que lucha contra la corrupción, no solo ha quedado plasmado en el sometimiento de un poder del Estado –fiscalizador del Ejecutivo– como el Congreso; la neutralización del Poder Judicial vía aprieto presupuestal y campañas psicosociales como aquellas que derribaron a su expreside
La presencia de tanto falso valor enquistado en las alturas del poder político y mediático del Perú es la razón principal de que estemos como estamos: estancados en el fango de la nadería y el estiércol de los pendencieros que han secuestrado el Estado. Esta es la génesis de nuestro caos.
Esta columna ha sido –y seguirá siéndolo– crítica permanente de ese monumento al asalto a los peruanos llamado refinería de Talara. Desde que el exmandatario y hoy procesado por la Justicia, Ollanta Humala, promoviera la construcción de un elefante blanco como la citada refinería –a un costo propuesto de US$ 1.3 mil millones– en este espacio arremetimos con aquella malhadada idea.
Es indiscutible que el expresidente Pedro Pablo Kuczynski demostró una descollante iniciativa y liderazgo alrededor de la corriente antidictatorial latinoamericana respecto al régimen chavista que encarna Maduro.
La campaña para desprestigiar a uno de los tres poderes del Estado -el Parlamento Nacional- ha alcanzado cotas lindantes con el delito. Es evidente que una duología –como es nuestro Estado de Derecho, que engloba al Legislativo y al Ejecutivo en las labores de administración y control del gobierno del país- exacerba pasiones en uno y otro lado.