La corrompedora refinería de Talara
Esta columna ha sido –y seguirá siéndolo– crítica permanente de ese monumento al asalto a los peruanos llamado refinería de Talara. Desde que el exmandatario y hoy procesado por la Justicia, Ollanta Humala, promoviera la construcción de un elefante blanco como la citada refinería –a un costo propuesto de US$ 1.3 mil millones– en este espacio arremetimos con aquella malhadada idea. De un lado, porque el Perú no produce ni siquiera la sexta parte del petróleo que necesita para operar; con lo cual construir una nueva refinería devendría en inútil ya que alentaría la importación de crudo para procesarlo, en vez de importar directamente los combustibles ya refinados. Y de otra parte, anticipándonos a predecir que acabaría costándonos varias veces más. Hoy comprobamos que nuestra oposición fue válida. Porque este Frankenstein del refine ya está bordeando los US$ 6 mil millones. Como todo lo hecho por Humala --quien vergonzantemente se vendió al socialismo internacional recibiendo primero millones de dólares robados al pueblo venezolano por el impresentable Chávez, y luego Lula da Silva lo untara con otros US$ 3 millones pagados por la corrupta Odebrecht para hacerse de la presidencia del país– el mamarracho de Talara estaba condenado a ser un gran fiasco cargado de corruptelas y nefasto para el Perú. Tampoco olvidemos que para elaborar esta propuesta Humala se rodeó de “asesores” socialistas, como un tal Campodónico, ex presidente de la tradicionalmente corrupta Petroperú, quien a través de uno de los medios ahora vendido al régimen Vizcarra, propagaba la idea de que esta refinería produciría combustibles baratos. Otra falacia monumental. Porque si sólo calculamos el repago de estos US$ 6,000 millones, la petrolera estatal continuará vendiéndonos las gasolinas, el diésel y el GLP más caros del planeta.
Usted amable lector es testigo de que, mientras el precio internacional del crudo viene cayendo sostenidamente, el costo de los combustibles que vende Petroperú no ha cesado de subir cada año. Porque, claro, esta refinería de marras está en construcción hace casi un lustro. Aquello significa que los créditos contratados para financiarla hay que amortizarlos, aunque ni siquiera piense en empezar a operar. Y Petroperú carece de espaldas económicas como para solventar este servicio de deuda. Entonces, su única fuente es el sufrido ciudadano que necesariamente debe comprar combustibles para movilizarse; o la gente que debe adquirir balones de gas para que funcionen sus cocinas, calentadores de agua, refrigeradoras, etc.
Esto significa un doble y gravísimo perjuicio, para el Estado y para los consumidores. En primer lugar, porque con US$ 6,000 millones pudimos haber construido una nueva Carretera Central, además del tren de cercanías que tanto necesita la capital. O podríamos haber amortizado casi la totalidad de la Línea 2 del Metro. Pero no. Ocurre que estos US$ 6,000 millones servirán para pagar centenares de millones en coimas para burócratas –¿quizá para Humala?– y sobreprecios para los constructores. Pero adicionalmente los sufridos peruanos seguiremos pagando el precio mundial más alto por los combustibles. Dicho sea de paso, el exmandatario Kuczynski aceptó, sin chistar, continuar construyendo esta obra corrompedora. ¿Por qué?