Aunque nos cueste aceptarlo, muchos estarían dispuestos a sacrificar las prácticas democráticas o a tirar por la borda nuestro incipiente régimen de equilibrio de poderes si eso permitiera disminuir la pobreza y dar mejores oportunidades a los millones de sobrevivientes de nuestro país. Otros más pragmáticos cambiarían la democracia por ejecución y resultados.
Madeleine Osterling
Hay tres mujeres cegadas y equivocadas que no son capaces de dimensionar el inmenso daño que le hacen al país: la narcoterrorista camarada Vilma, vocera de los remanentes del militarizado Sendero Luminoso; Verónika Mendoza, que no duda en aliarse con el mismo demonio para tener protagonismo político; su apoyo a la marcha atropelladora del 19J se da a través de vínculos vergonzantes con el Fenat
No nos engañemos, la gestión pública en el Perú es una calamidad. Hoy la incapacidad tiene la cara del funcionario público peruano. Toda la plata del mundo no puede con la mediocridad, ineficiencia y corrupción de estas autoridades, no solo para ejecutar obras mínimas de prevención de desastres –aunque no reditúen ganancias ni votos ni adulación– sino para hacer una simple posta médica.
¿Cuál es la necesidad de que usted promueva una violación constitucional para poder viajar? ¿Qué lobbies y negociados hay detrás del apoyo de 72 congresistas que, a una sorpresiva velocidad, le han aprobado una ley a la medida?
Cuando hay justicia, hay libertad. Haber recuperado la Fiscalía y el Tribunal Constitucional es un avance democrático que no podemos dar por sobreentendido. Costó muchísimo lograrlo, pero al primer gesto de soberbia podríamos perderlo. Tenemos que estar en estado de alerta permanente. En política como en casi todas las facetas de la vida, es más rápido y sencillo destruir que construir.
La legitimidad se logra en la cancha. No basta aferrarse al cargo con uñas y dientes ni proclamar una y mil veces que la ley está de su lado.
Es un lujo que no podemos darnos. Hay muchísimos argumentos que se ven lindos en el papel: el Senado es más reflexivo, se encargaría de revisar los proyectos debatidos y aprobados por la Cámara de Diputados, elegiría a los miembros del TC y muchísima otra música para los oídos, pero es simplemente eso, un espejismo.
En nuestro país hay demasiada gente que le rehúye a la palabra capitalismo, erróneamente creen que está estigmatizada y vinculada al fanatismo y a la extrema derecha. Por su parte, la mayoría de los empresarios son muy pudorosos para confesar que ganan dinero y son exitosos, aunque sus EEFF, en su mayoría instrumentos públicos, los delaten.
La resiliencia en los peruanos ya no es una virtud, sino un conformismo insoportable.
No hay discusión más politizada en el Perú que la del aumento de la RMV que, paradójicamente, solo beneficia a un porcentaje muy pequeño de empleados formales. Es la bandera de lucha más seductora de la CGTP, que siempre sostiene que el mínimo es indebidamente bajo; cada centavo es un magro triunfo.
¿Qué nos une a los peruanos? ¿Qué nos enorgullece? ¿Machu Picchu? ¿El Imperio Incaico y algunas de sus falacias como el Ama Sua, Ama Quella y Ama Llulla – principios aprobados por las Naciones Unidas para una gestión eficiente que paradójicamente han sido absolutamente olvidados por los peruanos del siglo XX y XXI? ¿Nuestra trémula historia republicana? ¿La Selección Peruana? ¿La comida?
Un país como el Perú, en crisis permanente, necesita que su gobierno le rinda culto a la velocidad de reacción. Nuestra frontera con Chile es una coladera, el acceso es facilísimo, controlado por un puñado de policías que no tienen ni el equipamiento ni la logística para vigilarla y mantener el principio de autoridad.
Dina Boluarte no llegará al 2026 acompañada por el susto y el sobresalto. Las decisiones del país no pueden estar condicionadas a ese sentimiento intimidante, en especial cuando enfrentamos crisis de toda índole.
Una vez más, la tragedia ha desnudado nuestras carencias y confirmado que somos un Estado fallido, un país muy vulnerable a los desastres naturales (que cada día serán más fieros e impredecibles), incapaz de responder ante situaciones de emergencia. Además, no existe infraestructura para albergar damnificados ni política pública de alojamientos.
Los mineros tienen que cambiar su discurso. Dejar de invertir millones en tediosos videos y comunicados sobre las bondadosas cifras de la industria. Ya no calan en la ciudadanía que la ve pasar. Hoy es indispensable que hagan una labor de docencia sobre la importancia del cobre en la lucha contra el cambio climático, dirigida especialmente a los jóvenes.
Los cargos de elección popular han resultado ser una vía rápida para que los delincuentes lleguen al poder. Los partidos políticos exprés, sin ideología ni lealtad, se han convertido en el vehículo más eficiente y “legítimo” para lucrar del Estado.
La falta de memoria ciudadana es el mejor aliado de los pésimos gobernantes. No podemos permitir que el capítulo Vizcarra pase a engrosar la lista de años infaustos olvidados.