Hay una luz al final del túnel
Cuando hay justicia, hay libertad. Haber recuperado la Fiscalía y el Tribunal Constitucional es un avance democrático que no podemos dar por sobreentendido. Costó muchísimo lograrlo, pero al primer gesto de soberbia podríamos perderlo. Tenemos que estar en estado de alerta permanente. En política como en casi todas las facetas de la vida, es más rápido y sencillo destruir que construir. Esto último suele ser un proceso exigente y sacrificado, fruto del esfuerzo mantenido en el tiempo, sine die. Tenemos que defender este escenario de legalidad con uñas y dientes; no podemos entregarlo nuevamente a la caviarada y a la Izquierda para que, una vez más, nos vuelvan prisioneros de nuestros temores.
La valentía de la Fiscal Benavides ha causado escozor en la Izquierda. La politizada JNJ le inició una absurda investigación por haber recibido una condecoración de la ciudad de Lima. Ese falso valor llamado Susel Paredes –que llegó al Congreso por la visibilidad que le dieron sus matonerías en la municipalidad de La Victoria y luego en la de Magdalena- le ha hecho una campaña persecutoria por alguna presunta irregularidad en su tesis de Maestría. ¿A quién podría importarle ese detalle cuando gracias a la solidez democrática de esta mujer, inmune al chantaje oficial, nos hemos liberado del yugo castillista? Están perdiendo sus dominios. La merecidísima inhabilitación de Zoraida Ávalos, que afortunadamente no tenía corona, los ha descontrolado aún más.
Después de tantos años de oscurantismo, finalmente tenemos un TC confiable, fiero defensor del principio de legalidad. En su reciente sentencia No. 307/2023 ha establecido que es atribución del Congreso interpretar el rechazo de plano de la cuestión de confianza, calificando expresamente que la denegación fáctica es contraria a la Constitución. El anterior, genuflexo al gobierno de turno, volvió plenipotenciario a Vizcarra, permitiendo la disolución del Congreso y la desestabilización del principio de separación de poderes. En otras palabras, fueron cómplices de un golpe de Estado. No defendieron la Constitución sino su ideología y su permanencia en un vencido mandato. Fueron absolutamente transaccionales.
Ese 30 de setiembre del 2019 fue el punto más álgido entre el Ejecutivo y ese Congreso que Vizcarra no podía controlar. Pateó el tablero, lo cerró a la mala, luego lo informó a sus ministros y buscó apoyo en la prensa local y organismos internacionales, a quienes pudo someter, gracias a algunos serviles diplomáticos de ingrata recordación. En ese momento, Vizcarra era una deidad y las geishas mediáticas sus corifeos más eficientes. Uno de los grandes problemas que enfrenta la democracia en nuestro país es tener una prensa quebrada, sumisa al poder para sobrevivir. Pierden toda independencia frente al oxígeno de la publicidad estatal, con lo cual la democracia queda debilitada sin su aliado más importante que no cumple su rol fundamental de ser incómodo al poder.
Recordemos que no hay una verdadera democracia si no se apoya en dos pilares fundamentales: la justicia independiente y los medios de comunicación, en especial los públicos, que no son propiedad del gobierno de turno, más bien ellos hacen una apropiación ilícita de aquello que les pertenece a todos. El diario oficial es el más emblemático, carece de todo sentido crítico, pinta de rositas todos los actos del Ejecutivo. Radio Nacional, de gran difusión, igual de incalificable.
Otro histórico fallo del TC delimita las competencias del MVCS para promocionar la vivienda de interés social, defendiendo la autonomía y competencia exclusiva de las municipalidades provinciales para determinar la zonificación y sus reglamentos, y reconociendo la autonomía de los gobiernos locales en materia de planificación y gestión del suelo. ¿Tiene deficiencias la sentencia? Seguramente algunas de índole técnico, pero nada que no se pueda solucionar. Gracias, Tribunal Constitucional, por ayudarme a recuperar la fe.
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