Borges es, sin duda, uno de los escritores más emblemáticos que ha dado Argentina al mundo. Incluso, hay quienes lo consideran uno de los más importantes e influyentes del siglo XX. No es fácil leerlo, es cierto. Su literatura está plagada de una profundidad filosófica y una erudición que solo él podría atreverse a combinar.
Luis Miguel Cangalaya
Hace nueve años, el Premio Nobel de Economía, Daniel Khaneman, en su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011) señalaba que el cerebro presenta estas dos formas de pensamiento. Y utilizamos ambas, ciertamente. A veces pensamos lento, por ejemplo, cuando queremos resolver un ejercicio, de manera deliberada y lógica.
Sócrates no creía en la democracia. No creía o al menos le generaba una entera desconfianza. Cuestión curiosa porque Atenas, su lugar natal, la había instaurado. Sin embargo, él no creía en ella, tal como lo demostró Platón en los escritos sobre su maestro.
El crítico y teórico Harold Bloom decía que la sola lectura no nos salvará ni nos hará sabios, pero sin ella nos hundiremos en la muerte en vida de esta versión simplificada de la realidad. Y cuánta razón tenía. En una sociedad que ha dejado de lado los libros, todo aliento por reencontrarse con la lectura es un acto que debe ser celebrado.
El señor K necesita hacer un recuento de los mejores libros del 2019. Le han pedido que seleccione a diez, los mejores, y que escriba a partir de ellos el ranking de fin de año para que sea publicado en la sección cultural de uno de los diarios más importantes del país.
Hace casi treinta años las cosas eran más fáciles desde la mirada de un niño. De las preocupaciones se encargaban los adultos. De eso y de maquillar la Navidad con una sonrisa para no sentirnos mal o preocuparnos por regalos, para armar un árbol endeble que nos haga sentir felices en familia.
A los diecisiete años teníamos la necesidad de trabajar. A pesar de que estábamos en una universidad pública había libros y separatas por fotocopiar. Había que gastar en pasajes e incluso apoyar en casa. Esos primeros trabajos siempre fueron en supermercados o entregando volantes en el Centro de Lima en medio del sol de verano.
Las personas que sufren de soledad solo anhelan un espacio para vivir. Un espacio libre, por cierto, un lugar donde encontrar en sus vidas las razones suficientes para seguir en este mundo que muchas veces creen lejano y distante. La desidia, la angustia y la opresión hacia uno mismo solo son una muestra de lo que representan sus vidas.
El resultado es engañoso. Los números que arroja la prueba PISA 2018 muestran una realidad que queremos disfrazar. Si bien hay una mínima mejora, el incremento aún es insuficiente si queremos salir de esos últimos lugares (64 de 77) que evidencian la realidad –o el origen– de gran parte de nuestros problemas sociales.
Entre abogados y médicos existe una extraña costumbre de llamarse doctor, aunque no lo sean. Es una muestra de respeto, dicen, y así se ha generalizado un código que permite nuevas relaciones que confunden a la semántica.
Si bien publicar artículos de investigación es un imperativo en el mundo académico, saber redactarlos es una necesidad aún mayor. Muchos textos han aparecido en torno a ello, manuales que dan recomendaciones de cómo escribirlos. Sin embargo, no todos han servido al desarrollo de una correcta estructura y redacción de este tipo de textos.
Dos profesionales han apostado por abordar y desarrollar un tema tan complejo y tan necesario como la gestión pública. Ana León Zárate, contadora, abogada y doctora en ciencias contables, y Luis Arturo García, contador y auditor, ambos con amplia experiencia en el campo de la gestión pública, son los autores del libro Gestión Pública.
Lo criollo a veces nombra, a veces califica. En este último caso se desenvuelve no solo en aspectos culturales, sino también en cuestiones conductuales. Lo criollo se convierte en símbolo de identidad, de resaltar un nacionalismo a veces entendido de forma incorrecta. Si queremos ahondar en el término, podemos remitirnos al diccionario de la RAE.
Todavía los recuerdo. Éramos jóvenes, claro, y seguro pensábamos que nunca dejaríamos de serlo. Éramos entusiastas hasta el punto de hacer de las utopías realidades que tenían que concretarse. Luchábamos por eso, por nuestros sueños, por la necesidad de ser respetados en medio de la miseria que se vivía detrás de un gobierno corrupto.
En Finlandia tienen otras cosas en qué preocuparse. La educación no es una pesadilla que ametralle sus sueños y los dejen inconscientes. En Finlandia, no. Ahí la educación es algo por lo cual pueden estar orgullosos. Sí, la educación, su educación, esa que nos cuesta tanto superar y entender que ella es la única que puede luchar cuerpo a cuerpo contra los peores males que nos aquejan.
La poesía está en todo lo que hacemos. Está en todo y el amor no es ajeno a ello. Es más, el amor es quizá uno de los temas más tocados en poesía, tanto que, abordado de manera incorrecta, puede llegar al hastío. Escribir sobre él es una tarea compleja, arriesgada.
La gente colma las calles. Su voz retruena mientras recorre cada avenida del centro de Lima. Las edades no son excluidas: adolescentes, jóvenes, adultos y hasta ancianos vociferan como quien espera una respuesta, una muestra de respeto.
Cuando tenía quince años y apenas había terminado el colegio, papá me sorprendió con un prospecto de la UNI. Lo había comprado ni bien abrieron las fechas para adquirirlo, y no solo eso, sino que con ello compró también una sonrisa para darle color a su felicidad, a esa que le daría un hijo ingeniero. Yo no podía decepcionarlo, pero lo hice.