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Héroe de libros

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Fecha Publicación: 26/12/2019 - 20:50
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Hace casi treinta años las cosas eran más fáciles desde la mirada de un niño. De las preocupaciones se encargaban los adultos. De eso y de maquillar la Navidad con una sonrisa para no sentirnos mal o preocuparnos por regalos, para armar un árbol endeble que nos haga sentir felices en familia. Todavía recuerdo el último que armamos con mis hermanos antes de esperar las doce, darnos el abrazo e irnos a dormir temprano. Ese debió ser, quizá, el mejor que pudimos construir.

Ese año fue difícil. No hubo árbol ni adornos de Navidad. Las cosas no habían ido bien, y aunque la mirada de un niño siempre fuera despreocupada, a veces no había forma de evadir la tristeza. Sin embargo, a los siete años uno quiere ser el héroe que ve por televisión, de esos que tienen superpoderes y pueden cambiar la historia. Yo quería ser el héroe, pero no de ninguna serie televisiva, sino de las historietas que aprendí a leer cuando alquilaba revistas en el puesto de periódicos de la esquina de la casa. Esos eran los verdaderos y yo quería ser uno de ellos: un héroe de libros.

Lo último que recuerdo de entonces es que ambientamos la casa con libros. Habíamos irrumpido el estante y las cajas donde guardábamos nuestras colecciones, los limpiamos, los forramos y fuimos seleccionando uno por uno. Los teníamos organizado por colores y ordenados por tamaños. Y lo más importante de esa fecha es que, finalmente, sí tuvimos árbol, el mejor que se pudiera tener a los siete años. Construimos un árbol con libros y copiamos en hojas de colores las frases que más nos gustaban para colocarlas como adornos. Ese fue nuestro mejor regalo. Años más tarde habría que replicar lo mismo con nuestras familias. Ese, creo, es el sentido de la Navidad.