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Juan Carlos Ruiz Rivas

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Es increíble que, en pleno siglo XXI, sigamos discutiendo públicamente cuál debiera ser la forma correcta de informar sobre educación sexual en el Perú. Si la disputa entre seguidores de “Ideología de Género” y “Con mis hijos no te metas” continúa evitando usar estudios e información técnica y científica, jamás llegarán a un punto de encuentro.

Cometen un error quienes llevan al premier a una negociación donde las partes no comparten los mismos códigos de comunicación.

Sirva el reciente conflicto social en Las Bambas y su consecuente crisis, para identificar aquellos elementos no resueltos que ponen en aprietos a los gobiernos los últimos 20 años, llevándolos al uso de la fuerza bruta, y no de la razón, cuando de resolver disputas se trata.

El gran logro del primer año de gobierno del presidente Vizcarra fue instalar una narrativa que conectó nuevamente con las expectativas de los ciudadanos. La lucha contra la corrupción –como él mismo revela– fue su prioridad. Por ello, el ajedrez político estuvo cargado de jugadas maestras que pusieron contra la pared a las fuerzas de oposición.

Una de las grandes batallas que debe librar nuestra democracia es contra el mundo ilegal, ese que parece haberse apoderado de todo cuanto está en nuestro entorno. Y debe ganar esta batalla para demostrar que las democracias no son sinónimo de debilidad. Las democracias se defienden hoy con fortaleza y vitalidad.

Hizo bien el presidente Vizcarra en aceptar (sería mejor decir “solicitar”) la renuncia del hoy expremier Villanueva. ¿La razón? La reforma jurídico-política se agotó ante la opinión pública, al no convertirse en un verdadero plan de acción, algo que las encuestas de opinión expresan con la popularidad del mandatario en caída libre.

Sorprende que un congresista con la experiencia de Yonhy Lescano, peleador de mil batallas contra grandes transnacionales (al menos eso nos vendió con el personaje político que construyó los últimos 20 años), polemista sin temor a enfrentarse públicamente en medio del Hemiciclo “romano” al que hoy llamamos Congreso, acusador y “dizque” defensor de los derechos del consumidor… se le haya escapad

Hace unos 30 años, el sociólogo peruano Gonzalo Portocarrero Maisch escribió un inteligente ensayo titulado “El silencio, la queja y la acción”, interpretando bajo estos tres conceptos la respuesta de nuestra sociedad frente a la violencia estructural que veníamos sufriendo a manos del genocida Sendero Luminoso.

¿Cómo explicar que un monstruo de la política en el Perú, como fue Alan García, se convierta hoy en un actor tragicómico del acontecer nacional? En un viejo sabueso sin olfato, sin precisión ni agudeza, sin el tino al que nos tiene acostumbrado el político profesional.

Resulta inaudito que, conociendo nuestra historia de desastres naturales, y advertidos por los más sofisticados sistemas de control climático del mundo, los peruanos más vulnerables volvamos a vivir esta desgracia como si fuese nuestra primera vez.

Uno de los enormes retos que tiene el país (y esto no es un asunto que competa únicamente a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial) es diseñar un plan nacional que erradique la “mentira y el cinismo” instalados en nuestra sociedad e institucionalizados en instituciones públicas y privadas.

¿En qué momento un acuerdo de colaboración eficaz y reparación civil con Odebrecht y la Fiscalía de Brasil se convirtió en un documento que abre dudas respecto al “amor a la patria” que tendrían quienes participaron en su negociación?

Preocupa que los funcionarios de Sedapal responsables del aniego en San Juan de Lurigancho hace más de una semana, sigan buscando culpar a otros para justificar su propia ineptitud.

Sirva la salida de la exministra de Salud, Silvia Pessah, para que el Gobierno promueva un cambio sustancial en el sector, que pide a gritos iniciar un proceso de modernización en toda su organización. ¿Qué pasó con la reforma que impulsaría el Aseguramiento Universal en Salud? Una buena iniciativa impulsada hace 10 años continúa hoy detenida en el tiempo.

Sostuvimos hace unas semanas que el gran ganador del proceso electoral para alcaldes y gobernadores regionales fue el presidente Vizcarra. Ganó su forma de hacer política. Arrinconó y venció al fujimorismo keikista y al aprismo alanista. Su consigna: “Golpear sin matar”.

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