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Acuerdo Odebrecht, ¿un dilema?

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Fecha Publicación: 28/01/2019 - 22:00
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¿En qué momento un acuerdo de colaboración eficaz y reparación civil con Odebrecht y la Fiscalía de Brasil se convirtió en un documento que abre dudas respecto al “amor a la patria” que tendrían quienes participaron en su negociación?

Los resultados finales podrán ser cuestionados y criticados. La contraparte nacional bien pudo conseguir mucho más de la empresa infractora y corrupta. Pero pretender que el proceso vuelva a foja cero, y pasar de “conseguir algo” a “no tener nada”, eso no termina de cuadrarnos.

La debilidad del acuerdo puso en evidencia la poca destreza de nuestros negociadores en artes matemáticas, asuntos empresariales y megainversiones. Pero también la dependencia que tiene nuestra Fiscalía respecto a las pruebas concretas que vienen de Brasil y permitirán aterrizar las denuncias, convirtiéndolas en potenciales casos de éxito. ¿Acaso es mucho pedir que –por una vez en la historia– nuestro imaginario popular registre poner tras las rejas a quien realmente lo merece?

Ni el acuerdo es ilegal, ni rompe las reglas de juego bajo las cuales el Congreso de la República les permite negociar. El acuerdo sí permite, por cierto, que rompamos esa inercia de impunidad con la cual nuestra “injusticia histórica” ha favorecido a los mafiosos que nos gobernaron en los últimos años.

El acuerdo es importante porque es un primer paso para instalar una nueva forma de hacer justicia en el Perú. Al menos es una oportunidad. Hoy vemos a los políticos temblar y a los culpables huir, sin que sonrían con cinismo frente a las cámaras. Hoy, los corruptos pierden los papeles sin mayor razón que sentirse acorralados por esa pequeña justicia que venimos dando a luz.

Aún es insuficiente. Lo sabemos. Que el esfuerzo desplegado hasta hoy no basta. También lo sabemos. Pero debemos permitir que continúe. El modelo servirá a futuro para golpear y perseguir a todos los culpables, sin tener que evaluar su postura política o su ideología, sin importar que laven dinero en un alejado pueblo, o lo hagan en un restaurante de lujo comiendo caviar.

El acuerdo no está escrito en piedra. No es una Biblia que los creyentes no pueden cambiar. Hubo errores de información y transparencia respecto a lo que se estaba negociando. Hubo errores de negociación, sin duda. Pero no es un error comenzar a cambiar las cosas. No es cierto que al firmarlo estemos condenados de por vida. ¿Cuál es el dilema?