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Harold Alva

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Escritor, editor y analista político. Ha publicado una veintena de libros, entre los que destacan Lima: la épica del desastre (2012) y Ciudad desierta (2014). Dirige los Seminarios Abiertos de Formación, Editorial Summa y el Festival Internacional de Poesía Primavera Poética.

“Necesito saludar a Rosi, darle mi abrazo por la partida de mi hermano Arturo”, nos dijo Omar en setiembre del 2017, durante los días del V FIP Primavera Poética. Arturo Corcuera había retornado a la eternidad en agosto. Así era Omar, así será siempre: el Poeta de las lecciones más allá de la vida. Tenía veintiún años la primera vez que me comuniqué con él.

Quién iba a pensar que aquel 8 de marzo de 2020, cuando clausuramos la IV Feria del Libro de San Borja, tendríamos que esperar quince largos meses para volver a la presencialidad de una feria.

¿Sabes que alguna vez me dejé el bigote para parecerme a ti? Necesité medio año para entender que así cante no tenía posibilidades frente al hombre más bueno de la Tierra. Por eso volví al espejo a recuperar mi antiguo gesto: las ojeras seguían allí, el pequeño mentón y el caprichoso tabique herencia de los Alva, y lo más estremecedor: descubrí que miras a través de mí.

La patria del escritor es el lenguaje, reza la vieja máxima. La escritura como registro de lo real y como herramienta para las fabulaciones, así lo entendí siempre. Supuse además que los escritores tenían la virtud de ver más allá de lo evidente, de entender lo que para el resto termina en lo explícito, de ir más allá, de interpretar los símbolos.

“El miedo es el comienzo de la sabiduría”, decía Unamuno. Me pregunto si hoy será suficiente para elegir bien. Desatender la acción política nos ha puesto al borde del abismo. Tenía once años cuando vi el debate entre Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori.

“Más que un rebaño, las muchedumbres son gigantes encadenados con telarañas”, escribió hace más de cien años Manuel González Prada.

“Cancha de arcilla: poemas en prosa”, de Miguel Ángel Zapata, es el último título de la colección Iberoamérica de poesía que publica Editorial Summa para el FIP Primavera Poética cuya biblioteca reúne a 55 de los más destacados poetas en lengua española.

El malecón Harris tiene la particularidad de arrojarme a la locura, a esa extraña actitud de pretender saltar sobre el acantilado para cazar la nostalgia de los peces como si acaso en la caída la soledad se convierte en un brazo que me detiene con el ala de un pájaro que desprecia a los suicidas.

Gracias por enseñarme a ser fuerte, mamá. Gracias por aquellos años cuando en Cascas, o en Casitas, o en Trujillo, me entregaste las más puntuales lecciones de humildad y de nobleza.

Un político depende de su decisión: se hace o no se hace, se resuelve o no se resuelve. En política se resuelve con el contacto real, interactuando con quien se pretende representar y, para eso, es necesario voluntad y coraje. Si la motivación se expresa con honestidad se genera empatía, se inspira confianza; esa es la única forma de afirmar el liderazgo.

Nací un día inapropiado para las celebraciones, aunque intenté realizar algunas. El primer año, en la universidad, por ejemplo: me alistaba para que el delegado del salón felicitara al dueño de aquel lejano veinticinco, cuando abrió su libreta y saludó a cuatro compañeros de clase con quienes perdí el protagonismo. ¡Cuatro alumnos del mismo día!

El 17 de abril de 2014 partió a la eternidad Gabriel García Márquez, acaso el narrador más imaginativo del boom, y el más cercano. El autor de Cien años de soledad fue un hombre de izquierda, un coherente hombre de izquierda. Por eso cuando nos sorprendió la noticia, imaginamos que con él perdíamos al último de los narradores cuya convicción fue más fuerte que escribir para que lo quieran más.

Escribir es un acto de resistencia, casi como la respiración; el ritmo al que se refería Olson cuando explicaba cómo encabalgar un texto. La nuestra es la generación de la velocidad, de la captura del instante, pero es también la generación de la resistencia motivada por la preservación de la vida.

El 15 necesita de una persona como tú”, me dijo una mañana saliendo de la radio. Me había ganado su confianza y esa fue la carta de garantía que me acompañó el año y medio que trabajé con RBC. Guido Valdivia fue su brazo derecho, su hombre de confianza, su fuerza de choque, su intelligentzia.

1. Teatro. Cuando postulé a la alcaldía de Barranco, me ofreció generosamente uno de sus inmuebles para que lo utilice como mi local de campaña: “Al frente tienes una pérgola para tus discursos, aquí pintas un mural y a los costados, mimos entregando volantes”. Todo lo vinculaba al arte. Lo conocí hace veinte años, en La Noche de Barranco, lo frecuenté hace dieciocho en La Noche, de Lima.

Han pasado más de veinte años cuando miles de jóvenes marchamos rumbo a la Plaza San Martín por la avenida Nicolás de Piérola, por el otrora Banco de la Nación, frente a las oficinas del Jurado Nacional de Elecciones, más de veinte años de aquel fatídico día cuando Vladimiro Montesinos dinamitó las estructuras del edificio ubicado en el corazón de Lima pretendiendo culpar a los manifestantes, e

Una tarde, hace veinte años, el presidente García nos dijo que el adversario natural del aprismo no aprendió que mientras más atacaba se envilecía y que, por eso, la izquierda, hábil en linchamiento, pero torpe en estrategia, nunca ganaría una elección. Tenía razón.

Enterarme de tu partida me ha quebrado, hermano Pedro. Aprendimos juntos a despedir a nuestros maestros, pero nunca nos preparamos para despedirnos entre nosotros.

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