Por el Perú
“El miedo es el comienzo de la sabiduría”, decía Unamuno. Me pregunto si hoy será suficiente para elegir bien. Desatender la acción política nos ha puesto al borde del abismo. Tenía once años cuando vi el debate entre Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori. Admirado por la inteligencia del primero y sorprendido con el pragmatismo del segundo, qué iba a imaginar que aquel 3 de junio de 1990 abriría una brecha de dolor, injusticia y resentimiento que acaso tuvo que esperar treintaiún años, para que precisamente el último 3 de junio sean los hijos de ambos: Álvaro y Keiko, quienes intentaran cerrar ese periodo con un efusivo abrazo. Admirable, una vez más, Mario Vargas Llosa en su lección de nobleza; un hombre que a sus 84 años bien pudo quedarse a observar en silencio cómo sucedían estas elecciones, decidió exponerlo todo: poco le importó lo que diga el resto en su apuesta, coherente, por el sistema democrático, que no dudó frente a la amenaza de la incapacidad y la improvisación, revestida de un discurso divisionista, en pedirnos el voto por Keiko Fujimori, la hija de su adversario, la heredera de quien le ganó la presidencia hace treintaiún años.
Y admirables Máximo San Román, quien luego del autogolpe de 1992 se puso la banda de presidente en un acto de rechazo al quiebre constitucional, admirable Carlos Bruce, quien el 2001 fue el organizador de la marcha de los cuatro suyos, la mayor manifestación que puso en jaque al régimen de Fujimori, y admirables quienes durante décadas fueron sus adversarios, pero en un gesto de amor por el Perú se unieron en una patriótica tregua para frenar el avance de los seguidores de Evo Morales y Nicolás Maduro, aliados del Movadef y acólitos de un Vladimir Cerrón cuyo ideario destruiría un modelo que digan lo que digan, nos ha entregado estabilidad y oportunidades. Estas han sido semanas difíciles, nadie olvida las acusaciones contra Keiko, pero tampoco a los aliados de Pedro Castillo, el sindicalista que no ha sido capaz ni siquiera de articular un programa y cuyo equipo, una suerte de brigada que fue trepándose en la ruta, demostraron en el debate de los técnicos que no califican para administrar un gobierno en medio de esta crisis.
Aquí no se trata de dignos e indignos, se trata de votar con responsabilidad, se trata de sostener al único sistema que defiende la libertad. El jueves, los electores de Castillo disfrutaron con la derrota de nuestra selección, tomemos esa burla como un dramático mensaje y votemos con la camiseta bien puesta. “La apuesta debe ser por la unidad”, me dijo el poeta de Bogotá Federico Díaz-Granados. Que así sea.