Vuela en paz, Omar
“Necesito saludar a Rosi, darle mi abrazo por la partida de mi hermano Arturo”, nos dijo Omar en setiembre del 2017, durante los días del V FIP Primavera Poética. Arturo Corcuera había retornado a la eternidad en agosto. Así era Omar, así será siempre: el Poeta de las lecciones más allá de la vida. Tenía veintiún años la primera vez que me comuniqué con él. El Perú salía de una de sus más siniestras autocracias. Ilusionado con la primavera democrática, decidí editar una revista: “El signo y la forma”, una ventana independiente donde le publicaría a los poetas jóvenes y a las voces mayores de nuestra América Mestiza.
Elegí al ecuatoriano Jorge Carrera Andrade al peruano Antonio Cisneros y al poeta chileno Omar Lara. Fue gracias a la red que me atreví a escribirle para comentarle que su poema “Las horas del lobo” caló profundamente en una vocación por la que aposté con todos los riesgos. Le pedí permiso para publicarlo y le dejé mi mano extendida. Al día siguiente abrí mi correo y encontré su respuesta: “Yo estrecho esa mano y te agradezco por devolverle mi poesía a ese Perú que amo”. Después me enteré que Omar vivió en Lima exiliado por la dictadura pinochetista, fue aquí, en una de sus visitas, el 2006, que me lo presentó Arturo Corcuera. Desde entonces nos unió una hermandad a prueba de fronteras. Tuve el privilegio de publicarle “En el corazón de las cosas” (2014) y “El mar desnudo” (2020), de caminar con él por Barranco, por el centro de esta ciudad, por sus malecones. Gracias a él conocí Concepción, Temuco, Valdivia, viajamos a Ayacucho, subimos a la Pampa de la Quinua donde Sucre selló la independencia. Te imagino ahora conversando con Arturo, abrazándose, para continuar abrazándonos. Mi abrazo al cielo, entrañable Omar. Gracias por tu nobleza, gigante Omar.
Gracias por creer en nuestras iniciativas, gracias por compartirnos el mapa de tus afectos, gracias por permitirnos viajar contigo, gracias por tu poesía, Omar Chile, Omar Lara, Omar Trilce. Siempre fuiste eterno, padre Omar, Dios fue muy generoso con nosotros. Gracias, querido Omar, por remitirme tu libro “Campo de refugiados”, gracias por confiarme su lectura. Tu poesía es un abrazo de fe, una espada de vitalidad. Va desde aquí mi abrazo como una flecha, como “ese loco que rompe los cristales”. Hoy no es un día para escribir poemas.