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Alberto Hidalgo: poeta provocador con vocación y voluntad vanguardista

Escribió su crítica demoledora y virulenta contra iconos, leyendas y prestigiosos intocables de la época.

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Alberto Hidalgo: poeta provocador con vocación y voluntad vanguardista.
Fecha Publicación: 26/12/2025 - 13:42
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Alberto Hidalgo Lobato (Arequipa, 1897 – Buenos Aires, 1967) fue un escritor beligerante y brillante, o quizá al revés. Como se le mire puede ser un genial poeta o un desaforado escritor. Dice Mariátegui: “Hidalgo llevó la megalomanía, la egolatría, la beligerancia del grupo «Colónida» a sus más extremas consecuencias (…)  Creciendo, creciendo, ha adquirido efectiva estatura americana. Su literatura tiene circulación y cotización en todos los mercados del mundo hispano como siempre su arte es de secesión” (7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana: El proceso de la literatura).

Algunos investigadores han querido ver el origen de la vocación de Hidalgo en la crítica del Amauta al señalar que su vanguardismo no está en el cuento o la novela, sino en la poesía y la prosa. Así surgirá el camorrista de las injurias literarias, que apalea a sus adversarios con sus irritantes frases.

Crítica demoledora


Es desafiante con sus enemigos, no es fatuo, es su temperamento volcánico y arrebatado. Es auténtico en su combate. Su amigo Ramón Gomez de la Serna coincide es: “…sincero hasta la grosería” (La Sagrada Cripta de Pombo). Alberto Hidalgo retruca: “El panfleto es algo que está bien lejos de la grosería (…) el panfleto es arte”.

Joven escribió su crítica demoledora y virulenta contra iconos, leyendas y prestigiosos intocables, sus libros expresan esa invectiva: Hombres y Bestias (1918), Jardín Zoológico (1919), Muertos, Heridos y Contusos (1920) y España no existe (1921).

Lleva al ridículo a los ídolos de la República Aristocrática: Nicolas Piérola, Mariano Nicolás Valcarcel, José Pardo, Ricardo Palma y José de la Riva Agüero, de quien escribirá sin sonrojarse:

“Se viste como hombre para despistar, más desprestigia a los pantalones, ya que estos gustan abrirse por delante y Riva-Agüero los humilla abriéndolos por atrás”.

Acusado de injuriar a algunos y calumniar a otros, refutó: “yo siempre digo la verdad cuando no miento. Y cuando miento, es en beneficio de la verdad” (Alberto Hidalgo, Lima, 1960).

Vanguardia poética


Residió gran parte de su vida en Buenos Aires, allí publicó con Jorge Luis Borges y Vicente Huidobro: Índice de la nueva poesía americana (1926), que marcó un balance de la vanguardia poética. Eso no fue óbice para polemizar en ironías con el genial autor de El Aleph. No reposado por ello, se enfrentó a Victoria Ocampo en su etapa de comisaría intelectual de la revista Sur, evidenciando su independencia ante las capillas bonaerenses.

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El creador del simplismo literario (1925), fue un gestor cultural y un beligerante activista político. En esas condiciones se adhirió al reciente fundado Partido Aprista Peruano, publicando su poemario: Haya de la Torre en su víspera (1931), postulando a la Asamblea Constituyente por el PAP, sin éxito. De esta época es su panfleto proscrito: Sánchez Cerro o el excremento (1932), que en lenguaje zoocrático agravia al dictador piurano. Alentó la forja de los Poetas del Pueblo en los años 40. Como expresión de su radicalismo publicó su Oda a Stalin (1945).

Tras el fracaso de la revolución aprista del 3 de octubre de 1948, entró en discrepancia con Víctor Raúl Haya de la Torre y sus novedosas tesis de filosofía política, que Hidalgo las consideraba revisionistas. Publicó con violencia lingüística Por qué renuncié al APRA (1954), desde una postura homofóbica, lleva al ridículo sexual al Compañero - Jefe. Su desafecto partidario lo lleva a revelar secretos criminales, como el homicidio del director de La Prensa, Francisco Graña Garland, acusando a Luis Alberto Sánchez de ser autor intelectual, y a Armando Villanueva del Campo de ser autor material del asesinato de un disidente aprista. Uno de los motivos  del golpe del 27 de octubre de 1948, encabezado por el general Manuel Odría fue que el APRA “era una organización criminal”. Luis Alberto Sánchez en su Literatura peruana. Derrotero para una historia espiritual del Perú, en sus diversas ediciones (1928, 1946, 1951, 1963, 1975), nunca modifico su admiración intelectual sobre el iconoclasta Alberto Hidalgo.

Precisamente, en 1961, a poco de asumir, por segunda vez, el Rectorado de San Marcos, Luis Alberto Sánchez, Hidalgo retornó a Lima, esta vez como candidato a diputado por el Frente de Liberación Nacional (FLN), auspiciado por el Partido Comunista Peruano (PCP), pretendió realizar un acto cultural en el Patio de Derecho de la antigua Casona de San Marcos, esta vez un nutrido grupo de militantes apristas, encabezados por un miembro de “Los Poetas del Pueblo”, Alberto Valencia, acompañado de defensistas apristas, buscaron apalear al aborrecido “traidor”. Hidalgo –con 64 años– tuvo que evadirse por los techos de la Casona, cumpliéndose que el intransigente verbal tuvo que escapar de la virulencia física de sus juveniles excompañeros. Este incidente no lo acobardó, para continuar con su antiaprismo militante.

Según Álvaro Sarco: “Echó mano, para lo último, de una adjetivación de grueso calibre –que jamás desdeñó la procacidad o la coprolalia– y ridiculizó como lo haría el más diestro caricaturista. Alberto Hidalgo, además, calumnió o agravó las verdaderas faltas o delitos de sus oponentes, descubrió las verdades y las exhibió descaradamente, negó los aciertos, los deformó o simplemente los silenció, y cuando no pudo omitirlos, los reconoció de prisa y con frialdad”.

Excesos


Alberto Hidalgo tuvo excesos verbales, que se manifestaron en la homofobia, en la misoginia e incluso el racismo. Vivió una época donde la política era una guerra sin cuartel ni rendidos, esa pólvora sangrienta, lo llevó a una guerra incivil en las letras, desde su lenguaje hirió, denostó y vejo a sus múltiples rivales de manera incruenta, pero elegantemente cruel.

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