ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Hugo Guerra

Imagen

La crisis política de los Rolex y las joyas presidenciales ha concluido. El caso no calza en los supuestos constitucionales para la vacancia ni la inhabilitación, de modo que guste o no el país debe ahora abocarse a tareas mínimas que garanticen la gobernabilidad y el proceso electoral del 2026.

Debe distinguirse entre la persona que ejerce el cargo, Dina Boluarte, y la institución que gobierna al Perú para tomar posición frente a la nueva crisis que sacude la política nacional.

Lamentablemente para el país y la institucionalidad democrática Dina Boluarte no es trigo limpio y el incuestionable desajuste de sus cuentas personales puede llevarnos a una nueva y terrible crisis de gobernabilidad. Pero, con la cabeza fría, desde ahora hay que medir las consecuencias.

La democracia peruana vuelve a actuar con torpe cobardía: se cruza de brazos mientras crece la candidatura del psicópata y asesino Antauro Humala.

Las voces agoreras que amenazaban con el fin de la democracia por la destitución congresal de los miembros de la Junta Nacional de Justicia han quedado nuevamente en ridículo.

Al momento de escribir esta columna la crisis de gobierno aun no se había resuelto. En vez de cortarle la cabeza en una, Dina le había dado plazo sumario a Otárola para que de explicaciones sobre su affaire de tráfico de influencias, consistente en contratos de estado a su desganada y mocosa amante.

Estamos en un punto de inflexión, o avanzamos con todo o la mafia caviar se reconstituye.

Dina no tiene remedio. Cuando todo se presta para que haga las cosas bien, mete la pata y a fondo.

Frente a lo declarado por Jaime Villanueva, colaborador eficaz y ex asistente de la suspendida Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, hay tres niveles de análisis: el jurídico, que exige pruebas de todo lo afirmado; el político, que evalúa el efecto de las revelaciones; y el mediático, que informa y opina desde la convicción sobre la veracidad de los hechos.

El gobierno miente descaradamente. El canciller González-Olaechea dice correctamente que “acorde con la urgencias sociales, nuestras prioridades y la eficiencia del gasto público, el gobierno no inyectará más dinero Petroperú”; sin embargo desde el mismo Ejecutivo se anuncian garantías financieras para que la empresa estatal pague las deudas a sus proveedores de crudo y combustibles.

Han pasado diez días desde el atentado contra la presidente Boluarte en Ayacucho y sigue el debate respecto a si debería viajar a Puno y visitar otras zonas del sur del país. El tema es estéril porque no se puede aceptar la existencia de zonas “liberadas” dentro de la república.

Dina debe enmendar rumbos de inmediato. El Gabinete Ministerial debe ser recompuesto integralmente, incluyendo a Otárola, quien ya ha cumplido su ciclo.

Se han cumplido 100 días del ataque terrorista de Hamás que asesinó a 1,400 inocentes israelíes y se mantiene todavía a 136 como rehenes en medio de la indiferencia del mundo, bajo el furibundo antisemitismo de gran parte de la prensa internacional, de muchos gobiernos y de millones de personas que proclaman impunemente la desaparición de los judíos.

Hay momentos en la guerra política y en la batalla cultural en los que resulta imprescindible hacer un alto para rendir homenaje a los caballeros caídos. Esta vez toca mantener silencio y hacer profunda reflexión por la partida de Iván Rodríguez Chávez a la eternidad.

En medio de gran fanfarria un grupito caviar acaba de publicar su “Manifiesto por la Democracia”, autopresentándose como demócratas que reclaman la salida a la crisis política vía el adelanto de las elecciones generales. Por supuesto, como el papel y la pantalla aguantan todo, tienen derecho a hacer su número circense, y nosotros tenemos el derecho a refutarlos y despreciarlos.

El poder caviar ha recapturado el Ministerio Público y hasta la audiencia congresal de marzo, se va a utilizar a la fiscalía para perseguir a la izquierda roja, al entorno de Dina y al bloque democrático. De modo que será un período de lucha sin cuartel.

Somos, efectivamente, el país de las desconcertadas gentes que pendulamos entre la confusión absoluta y la cobardía más miserable, sin atrevernos a aceptar que el Perú está embrujado y que solo soluciones radicales podrán salvar lo último que queda de institucionalidad democrática.

Urge restablecer nuestra dignidad nacional. El Perú, como república independiente y soberana, debe apartarse de inmediato del sistema interamericano de los mal llamados Derechos Humanos.

PUBLICIDAD