El adiós al maestro
Hay momentos en la guerra política y en la batalla cultural en los que resulta imprescindible hacer un alto para rendir homenaje a los caballeros caídos. Esta vez toca mantener silencio y hacer profunda reflexión por la partida de Iván Rodríguez Chávez a la eternidad.
Disfrutar de su conocimiento y compartir su amistad fue siempre un gozo. Era un intelectual multifacético, diríase que enciclopedista. Sanmarquino de formación, fue abogado, doctor en Educación, profesor de Literatura Peruana y Teoría del Derecho, además de fino poeta y humanista.
Durante más de dos décadas gobernó como Rector a la Universidad Ricardo Palma como correspondía: con mano de hiero y guante de seda. Con ese mismo estilo señorial, enérgico pero discreto, también fue presidente de una Asamblea Nacional de Rectores cuya contribución al país ha sido distorsionada por el interés político de gentes de la izquierda infiltrada en el estado. En los últimos años fue, además, presidente de la Asociación de Universidades Privadas (ASUP).
Precisamente la defensa de la autonomía universitaria fue la que me convocó para batallar junto a él. Dimos desde la cátedra, la abogacía y la política mil y una peleas institucionales contra los excesos de la Sunedu y sus afanes controlistas que amenazaban, precisamente, la autonomía tanto académica cuanto administrativa de la universidad peruana.
En la aulas nos tocó compartir en la Facultad de Derecho que él impulsó desde su origen y en el Doctorado de Ciencia Política. Pese a la vastedad de su conocimiento era un profesor sencillo, de hablar pausado y consejero de sus discípulos, quienes lo rodeaban sin ningún protocolo para debatir de tantísimos temas profesionales y de la realidad nacional.
Tuve el honor de que prologara uno de mis libros de historia peruana y entonces Iván disertó como lo que era, un maestro, cargado no solo de conocimientos sino también de reflexiones éticas y morales sobre la peruanidad a la que adhirió con entusiasmo y vehemencia frente a los retos del presente las lecciones del pasado. Prudente respecto del futuro no es que fuera propiamente optimista pero hacía suyo a Basadre cuando repetía que el Perú es más grande que sus problemas.
Cajamarquino querendón, padre de familia ejemplar y romántico, tuvo una pluma que debe conocerse y expandirse. Vidamar y Cardiomiel son, entre tantos otros, poemas en los que canta al amor con espíritu contemplativo. Y es así como queremos recordarlo quienes lo quisimos como maestro.
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