Venezuela S.0.S.
El próximo 28 de julio –una coincidencia para los peruanos que apunta a burla sangrienta–, la Patria de Bolívar va a unas elecciones presidenciales marcadas por la absoluta falta de neutralidad de la autoridad electoral y la ausencia de garantías para la oposición democrática que supera con largueza en todas las encuestas imparciales al dictadorzuelo todavía sentado en el Palacio de Miraflores, quien amenaza con un baño de sangre en caso de ser defenestrado.
Lo paradójico es que la celebración de estos comicios se logra gracias a la presión de la comunidad internacional, la misma que, a la luz de los hechos, apenas tendría una mínima presencia de observación electoral frente a la poderosa maquinaria oficialista. Hasta donde se sabe, el mandón Maduro solo le dio la venia veedora al Centro Carter, pero le cerró las puertas a la misión de la Unión Europea y habrá que ver si en la hora nona la ONU podrá enviar un “panel de expertos electorales”.
Sobre el rol de los Estados Unidos y su cambiante política de sanciones económicas, por ahora, anda más preocupado en su propia y peliaguda coyuntura eleccionaria que en otra cosa.
El Gobierno del Perú, a través de un comunicado oficial –y el poético tuit del Canciller– ha hecho un llamado a fin de que se asegure el derecho al voto de los venezolanos; el pleno respeto de los principios democráticos y el cese de toda amenaza y represión. Algo es algo.
Más, cuando se hace un recuento objetivo de todas las violaciones y agresiones perpetradas por la dictadura castro-chavista durante la campaña preelectoral, empezando por el veto a María Corina Machado, legítima candidata del pueblo, siguiendo por la persecución y detenciones a innumerables dirigentes y militantes de la oposición democrática y terminando con la exclusión arbitraria del padrón electoral de centenares de miles de votantes antichavistas autoexiliados o refugiados en el extranjero, uno se pregunta si en esas condiciones se pueden llevar a cabo elecciones libres y transparentes o será una farsa más que alargue la tiranía que oprime a Venezuela mientras el mundo vuelve a mirar.
El interrogante inevitable es: ¿Y qué ocurre si Maduro y sus secuaces, efectivamente, a punta de fraude, continúan atornillados en el poder como hace casi un decenio? ¿Vendrá otro Acuerdo de Barbados, más Comunicados y música celestial?
La suerte está echada y para el Perú, con más de un millón y medio de inmigrantes venezolanos en su territorio, es fundamental por muchas razones que se consolide en Venezuela la restauración democrática y el restablecimiento de la moralidad republicana, como diría el Libertador Bolívar.
Por el bien de ellos, por el nuestro y el de todo el Continente. ¡AMÉN!
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