Útec pampita
Útec pampita de maizales a ti escribo estos mis versos de aquellos recuerdos de mi infancia, de mis días de jolgorio en tu placita, en tus empinados caminitos; por ti sonrío en las mañanas como en mis años de niño cuando en tardes lluviosas jugaba a las escondidas detrás de las retamas. Útec, asiento minero enclavado en san Juan de Lucanas, siempre fuiste coqueta posada de quienes nos enamoramos por vez primera y disfrutamos de un primer beso bajo la luz opaca de tus escondidos farolitos que tambaleantes aplaudían la ceremonia ofrendada al amor.
Cómo olvidar las tardes de escuela; cómo no recordar las aventuras en tus campos floridos donde disputábamos con los desesperados colibrís, canto a canto, quien de los dos conquistaba primero a la más bella de las flores; cómo no recordar cuando impacientes esperábamos que el sol se ocultara para tomarle la mano a la niña de nuestros ojos y escapar con ella entre las consentidoras quebradas; cómo no recordar las tardes de feria quincenal donde los alegres mineros olvidaban sus penas; cómo no recordar el sufrimiento de nuestras madres y familias cuando los males del socavón y la mina atrapaban a sus hijos o esposos entre sus garras; cómo olvidar ese pedacito de vergel llamado INEI 56.
En estos días, las ventanas de las casitas del pueblo sonríen alegres, las armellas forjadas de las puertas van sacudiéndose del olvido y alborozados tiritan agudos silbidos anunciando la llegada de bendecidos días. Estamos en tiempo de fiesta, en días que celebramos a nuestra milagrosa mamacha Asunta.
La campana de la pequeña iglesia tañe y el Apu Chituya lo réplica, el diligente río es el encargado de llevar las buenas nuevas a los pueblos de la costa y desde Viseca traerán flores multicolores para adornar el anda de nuestra Virgencita. A ti Virgencita, te digo: en la mañana, tus hijos llegarán de todas partes en busca de tu bendición, y en la tarde caerá una tenue lluviecita como anuncio de quienes han partido y están en el cielo también celebrándote, y otros que están lejos, imaginan tu imponente sagrada imagen, derraman lágrimas y prometen volver por ti porque no te olvidan.
Por eso escribo Útec pampita, mina Útec, imaginando cada uno de los recuerdos y elevo mis oraciones a mamacha Asunta implorando su bendición para que tengamos más pueblitos como Útec donde nuestros niños vivan de verdad su infancia y tengan derecho a soñar y disfrutar de la vida lejos de ciudades que cultivan y veneran, lamentablemente, al caos y a la muerte.
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