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Una luz al final del túnel

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Fecha Publicación: 06/03/2021 - 19:10
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Los peruanos indiferentes, desencantados e indignados que componen la mitad del electorado y no quieren votar, lo harán en blanco o viciarán su voto, están ciegos de ira y no saben que existe un camino para salir de este pantano.

Es muy simple. El Perú tiene todos los recursos importantes que necesita la economía global del siglo XXI: cobre, litio, oro, tierras raras y agroindustria. Pero no puede sacarlos porque hay un enorme malentendido sobre la propiedad de la tierra y, consecuentemente, sobre cómo repartir equitativamente la renta de esos recursos.

Hay un millón de millones de dólares bloqueados bajo el suelo del Perú. Cuatro veces el tamaño actual de la economía. Años atrás la discrepancia era entre el Estado y las empresas extractivas. Hoy es entre las empresas y quienes ocupan las tierras y bloquean la salida de los recursos. Pero es un malentendido que el Estado es incapaz de resolver y que a su vez quiebra al propio Estado peruano.

Su problema actual –el déficit fiscal que con la pandemia ha llegado al 9% del PBI y la deuda para financiarlo, que ahora alcanza al 37 % del PBI- es un espejismo, un falso problema. No alcanza ni a la mitad de la riqueza bloqueada bajo el suelo.

Poner esa riqueza en valor en el mercado global bajaría la deuda a la cuarta parte porque cuadruplicaría el PBI y permitiría tener un presupuesto público cuatro veces mayor para pagar por la salud universal, revolucionar la educación pública y avanzar hacia una igualdad de oportunidades para los peruanos.

Todo depende del respaldo de un papel creíble, que se pueda comprar y vender en el mercado global. Eso es el crédito: buena fe, pero el hecho es que el Perú tiene de sobra con qué resolver el problema que el Estado ha creado.

De esa brecha hacen fortuna no pocos. Los encomenderos del siglo XXI compran tierras a precio local, les consiguen un título y luego venden el título en la bolsa local. Basta para hacer millonarios a unos pocos. Solo que quienes contralan el suelo ya saben del abismo entre el precio local de la tierra y el precio global del recurso. Y el bloqueo se debe a que no hay acuerdo sobre el valor de la tierra encima de los recursos naturales. La empresa no sabe qué precio es ese, el poseedor tampoco, mucho menos el Estado. Y, en ausencia de un punto de referencia compartido, no hay modo de ponerse de acuerdo.

La solución está en la libre oferta y demanda, pero en un mercado de verdad. No en el remedo de mercado local, donde la tierra no vale nada mientras el recurso tiene un precio mil veces mayor en el mercado global. Esa es la brecha que hay que cerrar. Porque ese abismo impide acuerdo y genera el bloqueo solo porque no hay modo de saber cuál es el precio justo. La solución es un precio de mercado global para la tierra. Es decir, un precio justo para la licencia social. Uno que sea aceptado por todos y permita sacar los recursos para que no se beneficien pocos al costo del perjuicio de todos.

En el instante en que vean esto, los indiferentes, desencantados e indignados peruanos de hoy volverán a las urnas porque habran visto una luz a final de este largo túnel.