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Un mundo sincero

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Fecha Publicación: 27/03/2023 - 21:40
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No sería un mundo angélico si todos dicen la verdad; pues la sinceridad vuelca por la boca lo que proviene del corazón, y el corazón es espinoso; ese que lleva a Hobbes y Maquiavelo a denostar de la humanidad.
Si el mundo fuera sincero habría más heridas, porque el corazón afila la lengua; pero no habría que firmar contratos, la palabra estaría escrita en roca y las interacciones crecerían como se reducirían los jueces. A más sinceridad más confianza y a más confianza menor el costo de transacción.

Habría menos abogados, pero más terapeutas; abundarían las autoestimas al ras y con ellas los resentimientos. Habría diatribas imperdonables y desaires punzantes, pero…

Aunque diplomáticos mentirosos las personas mienten por cortesía. Según un sondeo entre dos mil británicos en el Daily Mail, los hombres mienten el doble que las mujeres. Ya, de saque en el sondeo mienten, porque ellos y ellas, respectivamente, dicen soltar seis y tres mentiras diarias. Revisando, existen varios estudios que promedian en más de un centenar las mentiras que saltan de la boca cada día, por lo menos doscientos, tales y tantas que ni se recuerdan.

Los malvados mienten para el mal, los bondadosos por piedad o miedo y los orgullosos para interesar. Por lo que sea, las mentiras restan autenticidad, llaman al extrañamiento y nos tornan en máscaras. Para una sociedad de la verdad, el primer cambio debe nacer en el corazón, porque una buena entraña no hiere en el decir, es amable por espontaneidad.

Gandhi cambió su vida y halló su misión en un viaje en tren leyendo Unto this last, de John Ruskin. Descubrió en aquel libro el valor de la verdad y que no existen medias verdades.

Di la verdad siempre, toda. No es que te conviertas en un sincero compulsivo como el personaje de Jim Carrey, pero habrás puesto un ladrillo en el edificio social que quisiéramos construir.

¿Debemos confiar siempre? No todos son Gandhi y dudo que Gandhi haya sido honesto a perpetuidad, la franqueza es el fin de un largo ejercicio espiritual. Dice Barcia de confiar y fiar: "El acreedor confía en que se le pagará la deuda y no exigirá recibo porque se fía en la honradez de su deudor".

Sé que suena a un fragmento de Sofocleto en su magno estudio de la "cojudez" humana; pero solo con sinceridad y transparencia se puede construir confianza, tanto como una fluida civilización.

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