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Fecha Publicación: 08/07/2024 - 21:30
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Nuestra palabra es ley. Por eso las juramentaciones públicas son un “hueveo”, que en Chile es “molestar”, en Argentina “haraganear” y en Centro América “hurtar”. Sirva la licencia para un nuevo peruanismo: “hueveo, dícese de pasarse por testes la palabra dada y las promesas con medalla y crucifijo enfrente”. Por tal, llamo a dar fin a las juramentaciones, que se tornan en huachafos sacrilegios frente a una cruz.

Hemos cultivado la ética colonial de buscarle atajos a la vida, como en las leyes de indias: los virreyes las reciben, “las acatan, pero no las cumplen” o, si se cumplen: “hecha la ley, hecha la trampa”. Si la verdad y el derecho no son un valor moral, sino un “por pasar solapa”, no esperemos confianza. Esta dinamiza la economía y los contratos, reduce los costos de transar. El derecho existe porque nuestro mundo no es angélico, si lo fuera no habría códigos civiles ni penales, tampoco fiscales y jueces. Regiría el anarcocapitalismo solo para librarnos de tantos gobernantes ladinos.

En el Perú se celebra la criollada impune. En Finlandia o Noruega se castiga desde la casa, el barrio y la prisión. Si eres de Singapur, mejor huye y no vuelvas. El peruano chista y se pavonea de “venderle la Plaza San Martín al gringo”, llamamos “pavo” al amigable animal que no sospecha que nos lo vamos a comer y por eso lo engordamos, no es de cariño. Ensalzamos la criollada como un logro de la inteligencia que no se tiene. En una república se entiende que se es ciudadano por ser parte de una sociedad de hombres virtuosos. Sócrates antes que Aristipo.

Decía Bernardo Kliksberg, rescatado de un viejo artículo, que “una combinación entre políticas transparentes, libres de corrupción (…) puede desencadenar círculos virtuosos (…)” Citaba el ejemplo nórdico. Sostenía, son “líderes mundiales en transparencia”, pues allí la corrupción casi no existe, tampoco la mentira o el subterfugio. Decía que la legislación anticorrupción allá es bastante reducida y deducía que la causa se halla en los valores sociales predominantes. No necesitaron, como Singapur, una justicia de terror; fue la cultura la que logró que las personas deshonestas sean socialmente excluidas (por la familia, los amigos y los colegas). ¡Si comenzáramos por el Congreso!

Los valores son esenciales según Werner Jaeger (a quien estudiábamos en Letras), pues se construye desarrollo desde la conciencia, desde la bienintencionada moral que debe regir en nuestras vidas.

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