Trazando la frontera
El titular corresponde al de un minucioso Diario de Campaña al que nos referiremos líneas abajo. Sin embargo, ante la declaración del cuestionado ministro del Interior de que pondrá su cargo a disposición si las últimas medidas anunciadas por el Gobierno no resultan eficaces —o siquiera mitigan— la grave inseguridad ciudadana y la campante criminalidad organizada que sacude a la Nación, lo cierto es que el encabezado también sirve para empezar a trazar el límite no solo del ministro de marras, sino del propio régimen, cada vez más incapaz y rechazado por la ciudadanía. La tolerancia y la paciencia igualmente tienen una frontera.
Ya resulta trillado afirmar que los poderes Ejecutivo y Legislativo, más o menos constitucionales en el origen y deslegitimados popularmente en su ejercicio, se sostienen por un pacto de facto con fecha de caducidad hasta julio de 2026, y que esta duración no responde auténticamente a la voluntad de defensa del Estado Democrático de Derecho, sino a la persecución de intereses subalternos y a la ausencia —hasta ahora— de una alternativa política menos mala de la que ya sufre la República. Empero, cuando se ve que la “dirección” del Estado no es capaz de mantener y garantizar la seguridad ciudadana y el orden público —por no referirnos a todo lo demás—, más temprano que tarde no hay pacto que aguante ni cuerpo que lo resista.
Vamos al libro Trazando la Frontera, que cayó en nuestras manos gracias a una buena amiga. Es el diario llevado por el Capitán de Corbeta Carlos Reátegui Delgado, quien encabezó por la parte peruana la Primera Brigada Mixta de la Comisión Mixta Demarcadora de Límites Perú-Ecuador. En él, el Capitán Reátegui describe, de manera vívida y meticulosa, las peripecias y vicisitudes que vivió entre 1942 y 1945 para lograr la colocación de diversos hitos fronterizos, mientras recorría en las condiciones más duras y adversas el río Pastaza y sus afluentes y atravesaba de día y de noche, con apenas un rancho, algo de descanso y muchas privaciones, los sectores de su territorio que debían demarcarse. Como sabemos, tan sacrificada labor demarcatoria no llegó a culminarse por la oposición ecuatoriana, y la Cordillera del Cóndor siguió tiñéndose de sangre hasta que por fin en 1998 el Acuerdo de Brasilia puso punto final al secular diferendo limítrofe.
La lectura del diario del Capitán Reátegui nos recuerda que, sea en aquellos tiempos de paz o de guerra, los peruanos, así como tenemos una deuda de gratitud con nuestras valerosas Fuerzas Armadas y la reconocida diplomacia de Torre Tagle, también la debemos tener con aquellos peruanos que silenciosa y casi anónimamente contribuyeron a demarcar la frontera norte. Como escribió al final Reátegui: “Así, señores, se dio fin a esta aventura Sector Ríos Tigre-Curaray, digo: DEMARCACIÓN”. ¡AMÉN!
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