ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Tener miedo

Imagen
Fecha Publicación: 06/01/2022 - 20:00
Escucha esta nota

Existe un episodio en la recordada serie “El narrador de cuentos” que se tituló “Juan sin miedo”, basado en el cuento de los hermanos Grimm. El centro de la trama narra que el personaje principal se lamentaba de no saber lo que es el miedo y, precisamente, con la intención de poder conocerlo, recorre una serie de aventuras para sentir esa experiencia. El camino no es fácil, por cierto. No tendría por qué serlo. Además, la angustia es el principal enemigo. Si lo vemos de esa forma, al final de cuentas, vivir sin miedo también resulta amenazante y dañino. Es la experiencia negativa de la ausencia, del vacío, de la no existencia.

En la vida real, tener miedo va más allá de una simple búsqueda de experiencias como la de la historia de los hermanos Grimm. En realidad, esa experiencia ya existe y, por el contrario, procuramos que no se repita. Estar solo, sufrir por algo, recordar un hecho o vivir una enfermedad. Y a veces, no solo vivirla, sino también ser testigo de ella. Esa sensación de estar cerca de perder a las personas que más queremos, de no saber lo que sucederá después de que cruce esa puerta. Ese abrazo, esa mirada, esas lágrimas que caen y esas otras que se contienen, porque no podemos mostrar debilidad, porque esa persona que se aleja tiene que sentirse protegida, acompañada. Entonces miramos hacia otro lado y sentimos los golpes del reloj en el pecho, como si el minutero nos avisara de que todavía seguimos ahí, en medio de la nada, esperando, pero, sin querer, sentirnos cerca de ese miedo que deambula entre el abrazo de despedida.

De alguna manera, se cumple la paradoja, pues el miedo también nos protege. Al advertirnos, permite que estemos preparados ante los infortunios y que podamos estar alertas ante cualquier tipo de peligro. Es una respuesta inconsciente, automática, una que aparece de pronto como una especie de escudo salvador. En ese proceso de protección, ese miedo va formando parte de nuestra propia piel, sufre con nosotros y nos sigue. Nos mira y lo miramos. De alguna forma, no estamos solos y nunca lo estuvimos. Esa persona que espera al otro lado también nos acompaña, desde lejos, claro, y seguramente también con el mismo miedo que nosotros no sabemos ocultar.

En fin, no vamos al encuentro del miedo, sino que él ya está con nosotros y con ellos, siempre, aunque no nos hayamos dado cuenta de eso.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.