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Te firmo un libro

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Fecha Publicación: 05/08/2019 - 20:40
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Para vender debes haber sido objeto de tremendos líos, haber matado a alguien. Nombre primero, obra después, porque bien decía Lucho Hernández, “los laureles para los tallarines”. No te entusiasmes con el Copé.

No soy Renato Cisneros ni vendo mil libros en un día, no se la hago linda al editor ni me siguen colas. Más, no publico con regularidad. Este reino es de nombres y no de obras. Pueden reunirse los poetas viejos a musitarse entre sí que tu último poemario es insuperable, pero insuperable será cuando lo diga Dios a voz pelada, porque de eso se trata la literatura: de Dios. La última vez que traté con un editor gustó de esa obra que le birlaba la cara, pero que fue volcada cuando un autor que venía de la mano de un agente que, a su vez, era agente de un gran escritor que llegaba a Lima… saltó. “Paracaidismo”. Lo que sé, lo sé de oídas, como de oídas sé que Vargas Llosa presentó “La ciudad y los perros” a una gran editorial que la pasó por forro cuando no había nombre ni mucha obra sino apenas una pequeña novela que nadie quiso ver.

La guardaron en una gaveta hasta que a ¿Carlos Barral? , aburrido, dicen, se le ocurrió perder el tiempo en la oficina hojeando aquí, allá, hasta que la novelita “se movió”…Todo puede ser en la realidad y la ficción, solo que a los mortales nos ocurre poco, porque nos sobra realidad. La milagrería literaria: que te descubran, que te reveles o que un poquito tarde seas Saramago dándole a su “primera novela” para ganar el Nobel años después, es el prodigio de una extraña beatitud. Vamos, no es tanto así, hay un Cavafis, un anónimo de su tiempo, que regalaba sus poemas en foldercitos de papel a sus patas y un viejo, Giuseppe Tomasi di Lampedusa (El Gatopardo), eternizados, sin saber, luego de morir.

Si la quieres hacer en vida tienes que tener un nombre para ganarte un nombre como el perro que se muerde la cola ¿Un nombre literario? Sí, pero tampoco seas tan riguroso, puedes ganarlo en “Esto es guerra”, ser una lumbrera de la tele, una estrella de la canción, hasta un deportista que no se leyó, pues para eso sirven los negros literarios. Las que hay que pasar por ganarse a una Big editorial. Para vender debes haber sido objeto de tremendos líos, haber matado a alguien. Nombre primero, obra después, porque bien decía Lucho Hernández, “los laureles para los tallarines”. No te entusiasmes con el Copé. Si Vallejo viviera, sería un contador.