ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Talento y vocación

Imagen
Fecha Publicación: 09/10/2025 - 21:40
Escucha esta nota

Una noche en 1,976, mi padre llegó con un libro en la mano, un libro de tapa dura negra, grueso, con letras pequeñas, sin figuras ni dibujos. En el almuerzo mi padre había comentado con mi madre y abuelo, algunos pasajes del referido libro. Con once, llamó mi atención la conversación pues el libro trataba sobre un preso y las veces que había intentado fugar para alcanzar su ansiada libertad. Esa novela la observé durante dos días en el velador de mis padres. Por la noche del segundo día, a hurtadillas, sustraje el voluminoso libro y lo llevé a mí habitación. La novela era de Henry Charriere, se llamaba Papillón. Fue el primer libro que leí. La parábola de los talentos, para los católicos, es significativa, habla sobre la importancia de usar y desarrollar los recursos y habilidades que hemos recibido para sumar a la obra de Dios. Además, dice que todos serán medidos según lo que hayas hecho con ellos. En el proceso de la vida toda persona va reconociendo y descubriendo sus habilidades, encontrando en sí mismo una disposición innata o adquirida para desarrollar ciertas actividades de forma destacada con facilidad. En una sociedad que condena la singularidad exaltando la productividad humana sobre el ser, con un sistema educativo que sanciona la particularidad, obligando al educando a mantenerse dentro de lo que “debe” ser, es la familia el núcleo ideal donde desarrollar un talento debería encontrar eco. Sin embargo, a veces las expectativas familiares se centran en la capacidad de la persona en alcanzar el éxito, entendiéndose que, para la mayoría, éxito es la capacidad de acumular riqueza y logros profesionales. Desarrollar un talento que vaya de la mano con la vocación, que se construye con el tiempo, sería la conjunción idónea en toda persona y que está sea la profesión que se escoja sería lo ideal, pues la profesión que se asuma, es la que proveerá el sustento para la subsistencia.
Si Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, Fernando de Szyszlo, Juan Diego Flores, hubieran desistido de perseguir aquello que ellos sabían que era su vocación, desarrollando sus innatos talentos, priorizando la profesión que los conduciría al éxito, serían hombres comunes, frustrados, quizás olvidados y nuestro país hubiera perdido artistas que contribuyeron y contribuyen a nuestra cultura. Un ejemplo conocido es Gastón Acurio, que estudiaba Derecho, pero se decantó por su vocación, la gastronomía.
Declarar en el seno de una familia, deseo ser escritor, poeta, pintor, músico, cantante, chef, es soltar una bomba de mil kilotones en el centro de un hogar, ¿De qué vas a vivir? ¿Esas ocupaciones no producen nada? Son preguntas típicas que asaltaron a quienes decidieron hacer aquello. Dado que para muchas personas es más importante la riqueza y el éxito, es necesario tener en cuenta que en la vida “no es más feliz el que acumula dinero, sino el que gana dinero haciendo lo que en realidad le apasiona según la vocación que desarrolló”.
Cuando terminé de leer Papillón, mi avidez por la lectura creció. Una cosa llevó a otra y aunque el camino fue largo, fue recién en el 2018, que publiqué mi primer libro, cuarenta y dos años después. Por ello es importante tomar una buena decisión.

Mira más contenidos en Facebook, X, Instagram, LinkedIn, YouTube, TikTok y en nuestros canales de difusión de WhatsApp y de Telegram para recibir las noticias del momento.