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Sin respetos por los libros

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Fecha Publicación: 05/08/2021 - 22:00
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Lo que está ocurriendo en el Rímac es parte del irrespeto por la cultura. Los libreros que trabajan en el pequeño bulevar, cerca del puente Trujillo, están a punto de ser desalojados. Al parecer, los libros no tienen cabida en los espacios públicos y en gestiones municipales que, por el contrario, deberían apoyar estos pequeños, pero significativos esfuerzos de fomento y promoción de la lectura. Como se recordará, en el 2015 los libreros del jirón Quilca fueron removidos del bulevar que ocupaban desde años. Ante esa situación, se contactaron con el entonces alcalde del Rímac, Enrique Peramás, quien conversó con 16 de esos libreros y los llevó al Rímac, donde les dio un espacio libre para que puedan comenzar de nuevo. Lo que hicieron los libreros fue recolectar dinero para colocar pisos y soldar pequeños stands de metal. Los días fueron difíciles, pues tenían que hacer guardia de noche, turnándose para cuidar sus materiales, sus puestos y sus mercaderías. Fue así como nació la Plaza de la integración, un espacio que se fundó luego de renovar una antigua cochera de carros viejos de la policía que se había convertido en un fumadero y en el recinto de delincuentes. En dicho lugar, ya instalados, se realizaron actividades culturales y, poco a poco, tuvo la acogida de cientos de lectores que llegaban a diario en busca de libros. Más adelante, cuando llegó la pandemia, la situación se complicó. Todos los negocios cerraron en medio de la enfermedad que también afectaba a los libreros y a sus familias; sin embargo, el alcalde Pedro Rosario les obligó a pagar esos meses de inactividad bajo la amenaza de desalojarlos. Los libreros en estos años han realizado una serie de actividades culturales como talleres de pintura, canto, cuentacuentos, ponencias, ferias, entre otros. Además, han generados espacios solidarios como en la última Navidad, donde atendieron con panetones, chocolates y regalos a los niños del albergue de la iglesia San Lázaro y a otros niños que también llegaron por necesidad. La semana pasada les han enrejado el espacio y cada día les riegan con aguas servidas para espantar al poco público que ahora pueden convocar. La situación es preocupante y los libreros siguen luchando por mantenerse en este lugar por el que se han esforzado en todo este tiempo de pandemia. El reclamo es justo. Esperemos que las autoridades se pronuncien pronto y no cierren un espacio de cultura como este que tanta falta nos hace.

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