Si la mentira matara, la izquierda y sus corifeos mediáticos estarían sepultados
No podemos aceptar que se humille y maltrate al Ejército Peruano. Imperdonable la tragedia ocurrida el último domingo en el río Ilave, con el agravante que se les ordenó retroceder para no enfrentarse a la turba de manifestantes.
Militares maltratados, inofensivos, desarmados cuando el objeto de su presencia debió ser pacificar la zona utilizando la fuerza que sea necesaria para lograrlo. Puno está literalmente en llamas y hay que recuperarlo.
Si los terroristas aimaras, que hoy usurpan el ejercicio de la violencia, le pierden el respeto a las FF.AA., entramos en la dimensión desconocida donde cualquier cosa puede pasar. Las cobardes declaraciones de Otárola ante la Fiscalía, lavándose las manos cual vil Pilatos sobre la conducción y resultado de las operaciones del Ejército, solo los debilita.
Si Dina Boluarte cree que mandando ayuda humanitaria y ofreciendo S/ 1,300 millones en obras (que nadie sabe quién va a gestionar) los va a apaciguar, se equivoca. Es un paliativo para la miseria y las heladas que poco valoran. Han recibido más de 600 millones de canon y tienen 232 obras paralizadas, pero eso no cuenta.
No son pobladores descontentos por la ausencia de Estado, hoy en su mayoría son unos terroristas fanáticos, seducidos por un movimiento disruptivo y separatista, muy bien organizado con financiamiento internacional. No van a parar. Tienen la cabeza llena de calumnias; envenenados mañana, tarde y noche por la radio, los TikTok y las viles portadas de la prensa amarilla que iza la bandera de la traición.
Jamás se borrará de nuestra memoria esa infame portada del 7 de marzo de 1997: “El túnel sí existe”. Han pasado 26 años y ese mismo diario sigue dinamitando las instituciones, alimentado por grandes empresarios mercantilistas que parecería tampoco tienen inconveniente en izar la bandera de la traición. El Perú es una víctima de sus días aciagos, pero para muchos es “business as usual”, indistintamente quien esté en el gobierno. Saben que la cercanía al poder tiene un precio y están dispuestos a pagarlo.
López Obrador, uno de los grandes enemigos de la democracia peruana, tiene una relación muy particular con la verdad: en sus tres primeros años de gobierno dijo 67,000 mentiras. Desde su administración se han emitido 86,000 respuestas falsas, engañosas o difíciles de comprobar.
Insiste en que Pedro Castillo fue injusta e ilegalmente destituido, que no puede estar en la cárcel y que es necesario que lo liberen, no solo es una mentira burda sino inmiscuirse en la política interna de nuestro país. Castillo no se queda atrás, durante su gobierno fue el primer mitómano de la nación, práctica que aún ejerce desde la cárcel.
Como bien señala Michiko Kakutani (Premio Pulitzer - 1998), la verdad está en absoluta decadencia y el verdadero conocimiento se está sustituyendo por la sabiduría de la turba. La gran tarea del periodismo es que el poder rinda cuentas, pero es mucho más fácil y cómodo prostituirse. El periodismo está en crisis económica, todos los medios siguen buscando un modelo sostenible que parecen no encontrar.
Están golpeados por las redes sociales; tienen que enfrentarse a las falsedades de internet, a las teorías de la conspiración que no tienen ninguna base en la realidad, y al regodeo de los troles incentivados por políticos o personas que simplemente quieren aprovecharse de los miedos e ignorancia de esa masa apasionada y anónima a la que le incomoda razonar y cuestionar.
Tienen que luchar contra una corriente de desinformación que es absorbida por millones de personas en un instante, que equivocadas toman decisiones y producen daños exponenciales. Es complicadísimo y una gran responsabilidad, pero si no son capaces de hacerlo, no son dignos de ser periodistas.
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