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Ser viejo en pandemia

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Fecha Publicación: 29/04/2021 - 21:30
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Estar en pandemia durante casi año y medio es haberse acostumbrado a someterse al refugio del hogar. El problema es que no necesariamente el hogar siempre termina siendo un refugio. A veces lo es, claro, pero cuando el tiempo se hace eterno y las dificultades asoman, se convierte en un espacio de lucha contra la intolerancia personal. Allá afuera están quienes luchan por vivir, exponiéndose al contagio y al egoísmo de quienes generalizan la imprudencia. Acá, dentro del refugio, están los que no pueden vivir más enclaustrados, protegidos como niños, y aseguran que la vida no solo es una secuencia de años, sino además la dura experiencia de disfrutar la existencia sin temor a ser contagiado. Ellos son los viejos, nuestros viejos.
Ser viejo en esta pandemia debe ser una de las peores situaciones que le puede tocar a una persona. Es vivir al límite. Los años han llegado hace rato y desde entonces los hemos dejado de ver como adultos y hemos iniciado esa transición inversa hacia la niñez. Entonces descubrimos en ellos la fragilidad. Y sucede que ser frágil implica la responsabilidad de cuidarlos, de evitar que se contagien, de darles el espacio para que puedan vivir sin que entiendan equivocadamente que la pandemia los ha hecho retroceder y los ha convertido en una carga para sus hijos, sus nietos o para todos quienes viven con ellos.
Estar enfermo y ser viejo en pandemia es, sin duda, la peor desgracia que le podría ocurrir a alguien. Ante un sistema de salud deficiente, aglomerado, indolente, solo queda buscar los espacios menos adversos en medio de las pocas opciones que existen. Estar enfermo en tiempos de pandemia para un anciano es arriesgar la vida, exponerse, cruzar a través de una cuerda sin mirar hacia el abismo para no caer. Es algo así como echar la propia vida a la suerte, a ir por un examen de rutina o una consulta médica y entregarse a la desgracia y terminar contagiado.
Por todo ello, cuidamos a los viejos, a nuestros viejos. Solo así procuraremos un mejor espacio para sus vidas, para nuestras vidas, mientras estén con nosotros y podamos darles una oportunidad de sonreír. Esto es por todos ellos y, sobre todo, por aquellos que se fueron, aquellos que no pudieron cruzar la cuerda y cayeron al abismo sin que podamos darles la mano para que, a pesar de la pandemia y de todas las desgracias que nos ofrece esta vida, también puedan sonreír.

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