Ser Shanghái
Ronald Coase y Ning Wang nos explican en su libro How China Became Capitalist, cómo China se volvió capitalista. La historia de su ascensión económica es un relato de transformaciones radicales. “En el corazón de este milagro económico se encuentra el emprendedor chino, un individuo que, en medio de un sistema rígido y burocrático, supo encontrar grietas por donde filtrar la luz de la innovación y la creatividad”.
Con Mao los jóvenes fueron arrancados de la educación y enviados al campo, su modelo fue hambruna y miseria. Con el pragmatismo de Deng Xiaoping (lo que funciona es bueno), los jóvenes fueron enviados a aprenderlo todo en los países desarrollados. Es con el pragmatismo que se inicia la verdadera revolución.
En las ciudades chinas, la apertura y los nuevos empresarios planificaron pequeños negocios, desafiaron el monopolio estatal. Habían sido educados. Sus iniciativas, inicialmente aisladas, se convirtieron en un movimiento social.
“La creación de las Zonas Económicas Especiales fue un hito en este proceso. Estas zonas, concebidas como laboratorios experimentales, permitieron a China probar las aguas del capitalismo. En ellas, se fomentó la inversión extranjera, se introdujeron tecnologías avanzadas y se creó un entorno empresarial favorable”.
Las Zonas Económicas Especiales se convirtieron en los motores del crecimiento chino, atrayendo inversiones extranjeras, generando empleo y promoviendo la innovación. La historia de China moderna nos enseña que el emprendedurismo es una fuerza poderosa.
Se vienen nuevos tiempos con el puerto de Chancay, tan promisorios que la grandeza peruana tiene su antecedente en su civilización prehispánica, el dominio virreinal de América del Sur y lo tendrá en lo que se viene: convertirse en uno de los ejes hegemónicos del comercio mundial. Será así si el socialismo burdo que nos retrasa se aleja de la política y la educación. Se requiere edificar una cultura capitalista y del sentido común. Sugiero leer a Antonio Escohotado en Los enemigos del comercio. Los rojos son una desgracia, odian el mercado y adoran la política.
Es necesario enfatizar en la educación técnica y empresarial. Ignoramos cómo crear y gestionar un presupuesto, la importancia de ahorrar, cómo invertir, cómo funciona el crédito, sobre seguros, cómo planificar a largo plazo, comercio exterior, ensamblaje y mecánica. Preferimos fabricar abogados y letrados, mientras le restamos estatus a la educación técnica.
Si Chancay quiere ser Shanghái, es hora de romper con los viejos paradigmas y construir una modernidad práctica que articule la economía y la educación.
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