Respetarnos mejor
Cuando un peruano ve a otro tras un tiempo, lo mira y sentencia: “estás más gordo”, “más flaco”, “más viejo” o “más feo”, lo que sea que denigre, porque como decía Bedoya, “el peruano no ofende, humilla”, pero callamos.
Parece un mal estándar, pero solemos decir en diminutivo lo que es si más grande de lo que queremos admitir, “un ratito”, “un poquito”, “una probadita”, “un piquito” … Nos saludan “¿cómo estás?” y respondemos “allí”, ¿Qué es “allí”? ¡Quizás un “jodido, igual, forever”! Si hacemos una llamada nos reprochamos con un “no quiero quitarte el tiempo”.
El peruano se baja, pero también se apropia; desde el rey de España en la colonia hasta el okupa del terral y Pedro Castillo, todos creen que lo público es suyo. Castillo lo hizo desde el saque, con olfato criminal y a vista de periodistas que, en vez de ayudar a su vacancia, pensaron en sí… como los okupas.
El peruano es impuntual, porque suyo no es el deber de llegar ni de llegar a tiempo. La hora Cabana, el día Cabana y hasta el año Cabana o “me importas un pito”. Los ingleses pueden pactar de boca. La palabra empeñada señala el derrotero, aquí todo se desbarata.
El peruano no pide perdón, solo avisa que va a pasar muy pegado igual (¡Cuidado!, ¡Yara!, “¡Ey ahí!”) y mientras ya te golpeó. Tampoco agradece por aquello que se hace sin obligación, que “¡pa’ cojudos los bomberos!” (pérfido dicho popular). Una salida te enseñará que la amabilidad ralea; la altisonancia da poder, y más con una llave de tuercas en la mano.
El peruano deja en visto. Vicio que remonta al “dile que no estoy” del viejo aparato. Nadie es irreemplazable: ¡sale-entra!; tuercas hay en todos lados. Cuando eres electo congresista conocerás a hermanos que no sabías que tenías, de un hermano oficial pasarás a tres. ¡Vaya tortuoso y desconocido camino el de tu padre! Todos te invitarán a todo desde arriba, pero al volver abajo, sus teléfonos habrán perdido el chip, los megas en out. Te wasapearán a la muerte de un obispo (Y acaba de morir uno, así que prende el cel). Muchos no te admirarán por tus logros, si te ven en un automóvil top 2022, musitarán “ha sido nombrado, ergo, ya está robando”.
Si quiere saber más sobre las víctimas de este sistema, lee “Los cojudos”, de Sofocleto (la enciclopedia del comportamiento humano).
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