Rebelión en la granja
En 1945, el reconocido escritor británico George Orwell publicó su libro “Animal Farm”, una brillante alegoría satírica contra la ideología comunista en tiempos del opresivo régimen de Stalin y en la que los animales de una granja se rebelan y deponen al tiránico granjero para establecer una sociedad supuestamente ideal que termina luego siendo igualmente opresiva.
Por supuesto, aquí no estamos en un rancho ni por asomo el régimen se emparenta en forma alguna con la dictadura estalinista, pero al pergeñar estos renglones en vísperas del feriado juliano, la pelotera política ha llegado a tal estado de conflictividad que pone en riesgo la vigencia del principio de autoridad y la gobernabilidad democrática del país. En esto se dan la mano los tres niveles de gobierno de la República.
En el ámbito nacional, los dos poderes políticos del Estado debido a la aprobación de la necesaria reforma de la prerrogativa de la inmunidad parlamentaria amenazan con un choque de trenes donde todos perdemos. El Legislativo pretende demandar competencialmente al Ejecutivo ante el TC y el Gobierno blande de la carta de la disolución del Congreso.
En la esfera regional, el Gobernador de Arequipa, en franca rebeldía, llama traidor y da ultimátum al Primer Mandatario provocando una total incertidumbre sobre el destino del proyecto minero “Tía María” y socavando la credibilidad sobre las reglas de juego fundamentales para el desarrollo de la alicaída inversión privada. En el campo municipal, el Alcalde Metropolitano de Lima anuncia decisiones sensatas con relación a los cuestionados peajes locales y un grupo de burgomaestres distritales azuzan con armar una turbamulta en contra hasta las últimas consecuencias.
Es una lástima que en plena celebración de Fiestas Patrias y, para remate, de los Juegos Panamericanos, la coyuntura interna sea tan crispada y el desencuentro entre autoridades –y también con los ciudadanos– alcance cotas tan negativas. Ojalá el Mensaje a la Nación del Presidente haya contribuido a calmar las aguas y apaciguar los ánimos. ¡Amén!
