¿A quién le hemos ganado?
Durante los últimos años el Perú ha vivido momentos importantes en su historia, no solo en materia económica, sino también por la imagen positiva que ha podido proyectar internacionalmente como resultado de los logros obtenidos. Esto no solo generó un fortalecimiento de nuestra identidad como país, sino también niveles de confianza que han contribuido subsecuentemente a sentir que el Perú tiene posibilidades a futuro. No obstante, la bulla política y los casos de corrupción que vemos en los medios todos los días enturbian inevitablemente lo avanzado hasta el momento. Pero más terrible aún es nuestra incapacidad de entender que todavía tenemos un largo camino que recorrer para lograr el desarrollo sostenido al que aspiramos todos los peruanos.
Específicamente, hago referencia a la actitud de pensar que ya les ganamos a todos y que hemos hecho lo necesario para convertirnos en un país de primer mundo. El peligro con esa lógica es que se podría traducir en una actitud de conformismo, la cual nos podría llevar a creer que hemos llegado a la cima del éxito. De ser el caso, estaríamos esbozando la fórmula ideal para catapultar el fracaso.
Por otro lado, como resultado del importante posicionamiento de la imagen internacional del país, habría quienes equivocadamente piensan que los inversionistas extranjeros buscan proactivamente hacer negocios con el Perú. Sin duda esto refleja un evidente desconocimiento de cómo funciona el mundo y una idea bastante ingenua respecto de cómo abrir puertas para generar nuevas oportunidades de inversión. Si bien esa idea equivocada de la realidad no se puede generalizar, sí es de cuidado escuchar que algunos líderes de nuestra sociedad piensen de esa manera.
Debemos enfocar nuestros esfuerzos, trabajo y energía en crear una sociedad proactiva y comprometida con una visión de largo plazo. Una que tenga la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios que ocurren en el mundo; que entienda que para seguir consolidando lo avanzado hasta ahora es necesario celebrar y promover la meritocracia y el éxito de todos los peruanos; y que construya los niveles de competitividad que permitan la modernización del país.
El futuro de la senda de éxito en que nos hemos enrumbado dependerá en gran medida de nuestro nivel de conformismo y en qué tan realistas seamos con respecto a lo que realmente hemos alcanzado y lo que nos falta por lograr. La respuesta es simple, mucho, y el reto sigue siendo monumental.