¿Quién gana, quién pierde, quién se la lleva?

En los últimos años los peruanos vivimos en permanente zozobra. Cada día escuchamos sólo malas noticias, unas peores que otras, como si quisieran convencernos de que estamos atrapados en un país sin salida porque quienes deberían dar solución a los grandes problemas del Perú no lo hacen para que siga imperando la corrupción, la violencia y el caos.
Estamos ante la capitulación de un gobierno que, teniendo el poder de su lado, no pone orden porque ha perdido autoridad, mientras que quienes deberían imponer leyes con sanciones más severas no ejercen, para que se siga beneficiando a quienes “se la llevan”.
Cómo ha sido posible que un país que, a mediados de los noventa, con la firmeza de Fujimori, se había puesto tras las rejas a los más sanguinarios cabecillas de Sendero y el MRTA, ahora se encuentre sometido a la voluntad de organizaciones criminales que consideran que la vida de una persona vale veinte soles, el cupo diario que les exigen a nuestros emprendedores para no matarlos y que los dejen trabajar. Ahora vemos las consecuencias de haber sido permisivos con la minería ilegal dejando que “prosperen” las mafias del tráfico de oro que, a dinamitazos y balas, mata; ha tomado lo que no es suyo. En muchas regiones, ante la ausencia del Estado, impera la ley de la selva.
También es muy lamentable que nuestro sistema de justicia sea indolente y temeroso frente al terrorismo urbano, el sicariato, la trata de mujeres y niños, los feminicidios y, a pesar de la flagrancia en el delito, los dejan en libertad. La justicia promueve la impunidad y se ha convertido en el benefactor de la delincuencia, el gran causante de la violencia que vivimos.
Es una pena que quienes fueron elegidos para representarnos y conducir el país desde el Ejecutivo y algunos malos congresistas hayan decidido priorizar la defensa de los intereses de la ilegalidad, la informalidad o haber promovido leyes que hacen más difícil perseguir la corrupción. No hay que ir muy atrás, el REINFO ha ampliado plazos que nunca vencen para propiciar que la minería ilegal, escondida detrás de la minería informal, se quede para siempre. Pataz y sus decenas de muertos son una clara muestra de decisiones y leyes que no han funcionado. El volumen de dinero que genera la minería ilegal alcanzaría los 14 mil millones de dólares anuales, un “negocio” tanto o más lucrativo que el narcotráfico.
El gran perdedor ha sido nuestro querido Perú. En un año habrá elecciones generales en las que participarán hasta 43 organizaciones políticas. A la hora de votar, identifiquemos y castiguemos a mediocres personajes que, con discursos de pobreza, se han levantado en peso nuestro país. ¡Despierta, peruano!

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