¡Queremos patria!
La Peruanidad en el Bicentenario Ensayos de comprensión (Francisco Bobadilla -editor-Yachay, 2021) es un magnífico libro que recoge las obras de dieciocho ensayistas que transmiten la comprensión de la peruanidad. El pensamiento de Víctor Andrés Belaunde sirve para sostenernos en un mestizaje evolutivo. Desde el espíritu, la economía, la institucionalidad, la historia o la identidad, la conclusión de la peruanidad reafirma lo que Barrés decía de la patria y Renán de la nación: la patria es la tierra y los muertos, la nación es un plebiscito de todos los días. Valga de aquí en adelante una reflexión personal.
Hay fuerzas que disgregan, una es el llamado a la lucha de clases todoterreno: por raza, sexo, producción, origen social, geografía o etnia… Sirve solo para separar a los peruanos. Hay también fuerzas externas, cuando el sentimiento patriótico se diluye por una suerte de globalismo y supranacionalismo que elimina los colores de nuestra bandera. Víctor Andrés Belaunde gritaba en San Marcos: “¡Queremos patria!”, repitamos enérgicamente con él. Cuando Evo Morales tienta la nación aimara en tierra peruana o cuando se reemplaza al Perú por la llamada “Patria grande” (versión socialista bolivariana), traicionamos a nuestra historia y olvidamos nuestra vieja y propia grandeza. El Perú ya es históricamente la patria grande, véanse sino las cartografías antiguas. Bolívar mutiló el mapa del Perú, tanto que la plaza del Congreso debería llamarse “Luna Pizarro”.
La peruanidad es también catolicidad. No reconocer la evolución de cinco siglos es ignorar nuestra identidad. No hay sincretismo religioso globalista que resista la fuerza multitudinaria del cristianismo en el Perú, cuya sustancia es la pasión, muerte y resurrección de Cristo para la salvación de todos. La cruz fue misión y entrega a la inmolación y no un asesinato laico. Fue una victoria, no un fracaso. Las procesiones expresan tal fervor.
El Perú es esencialmente cristiano, allí su base espiritual. Su base social es la familia, sin ella cualquier horda dominaría. Su base económica es el capitalismo. En los emprendimientos y el mercado reside la mayor interacción social armónica. Si al capitalismo le falta una ética, debería ser kantiana, la del deber o, más precisamente la llamada “santificación por el trabajo”. La supremacía moral del capitalismo debe cuajar encima del egoísmo “filantrópico” que dilucidó Adam Smith.
La peruanidad se consolida en sus elementos y aún son más. La defensa de nuestra identidad es lo que nos queda en un mundo que busca confundirnos.
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