A qué le das poder
Le das poder sobre ti a aquello que temes, le das poder a aquello que odias, a tus rencores, a tu memoria. Quizás no logremos nunca entender que el exterior esclaviza al interior y que allí donde ponemos la atención nos encadenamos.
También le damos poder sobre nosotros a quienes nos cargan con culpas, a las palabras de los otros, a esa obsesión por siempre quedar bien.
Al margen de Nietzsche, la idea del superhombre tiene relación con la supresión de las dependencias emocionales y de esa terca esclavitud que nos sujeta a la manipulación o al yugo de otros. Un hombre se empecina en odiar a su abuelo, lo recuerda día a día aún muerto. Hasta el fin de sus días, aquel hombre muerto convertido en ceniza y memoria ejercerá su poder. No lo tiene en sustancia, el nieto se lo concede con su pensamiento. Una mujer es culpada por su tía por no visitar a su esposo preso con la habitualidad del paradigma de la “buena esposa”. La tía no tiene un poder sobre la sobrina, esta es la que se lo concede sometiéndose a la culpa y torturándose como Rashkolnikov.
El ansioso sin medicación ni terapia teme subir al piso veinte y nunca abordará un avión porque la altura es su maldición. Él le da poder a su temor. El miedo, la culpa, la vergüenza, el resentimiento, son siempre los soberanos sin legitimidad, aquellos a los que les damos poder como se los damos a aquellos que los inspiran. Quizás ya entiendes que nada hay en el exterior que te esclavice más que lo que decidas desde tu interior conceder. También le das poder a tus palabras y ellas se vuelven contra ti. Quizás no sepas que las palabras vuelven según como las lances.
Existen los que no se sacian cuando de la maledicencia se trata. Se puede ser maledicente en una confidencia; cualquier oído sirve. Qué tal si dos o tres veces por día cuentas y recuentas lo mal que te va con tu esposo, esposa, primo, hermano o amigo. Lo que sueltas no lo sueltas, lo alimentas. Tu circunstancia será reforzada por tus palabras ancladas en el océano de tu antagonismo. Das poder a aquello de lo que te quejas.
Le das poder a tus apegos, al objeto de tus preocupaciones. No puedes librarte del temor a la pérdida. Y tú, ¿a qué le das poder?