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Porque quiero

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Fecha Publicación: 23/08/2021 - 21:30
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Lo peor que le puede ocurrir a un columnista o escritor es la intolerancia del lector y más la intolerancia convertida en masa y más la intolerancia convertida en bullying. Podré no estar de acuerdo con lo que varios periodistas o escritores escriben desatados, atribulados o sabios, pero voy a defenderlos de la masa que oprime.
Leía recién comentarios a un post de Pedro Suárez-Vértiz, que se puede interpretar como la lealtad a sus amigos, soltando como ejemplo su incapacidad para ver belleza en sus parejas. No utiliza la mejor parábola para lanzar la idea, el principio es parcialmente aceptable; la belleza es ineludible a los ojos, la acción traicionera es lo que se condena. De allí al apedreamiento hay un exceso, más si se entiende que en el desarrollo de sus artículos lo que prevalece es una visión amigable y conservadora, favorable a la fidelidad, la familia, la armonía o Dios, tan distante de los temas de algunos intelectos que se ufanan de la mordacidad con la que revisten su propia maledicencia. Ser “buena persona” parece ser un lance recusable por muchos porque zaherir y cortar pellejo parece tener más mérito que discursear sobre el matrimonio o el alma.
La autenticidad del escritor es librarse de la mayoría y del prejuicio, no ser esclavo del lector sino amo de su verdad. No comulgo con la masa viperina y menos en las redes, reducto del palomilla que se ensaña y compite por ser más vivo, como si serlo fuera una virtud.
Muchas veces me ha ganado la página en blanco porque escribir con libertad es ganarse la risa, el odio o la distancia de quienes esconden sus aires de superioridad o de poder.
En el Perú los opinantes están solos, salvo la collera. Al final te las soplas leyendo entre risas las críticas más infames… las lees hasta que dejan de importarte… horas de vuelo, dicen. Alguna vez un conocido editor periodístico nos confesó no leer nunca nada de lo que se escribía sobre él. No debas, no aspires, no dependas, no tengas sino muy pocos amigos, desprecia los honores y la admiración, hasta la de los tuyos… y no tendrás nunca la página en blanco frente a tus ojos. Lo bueno y lo malo para el tacho sin lectura para el dolor o la vanidad; la única garantía de escribir con libertad, que es lo que con justicia, finalmente, importa.

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