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Por los caminos del Señor
Hola… Soy de los que cree que todo problema, por muy grave que sea, siempre tiene más de un camino de soluciones.
El emperador era un hombre muy violento y por lo tanto peligrosamente prepotente. Para todo lo que salía mal, alguien tenía la culpa y había que castigarlo. Tenía un saco que para él era lo más bello de su armario, se lo solía poner con mucha frecuencia, pero al usarlo tanto, un día se le cayó un botón. El emperador se enfureció de tal manera que mandó traer al sastre y sin mediar palabra alguna, lo condenó a muerte. Métanlo en la mazmorra del castillo y mañana a esta misma hora quiero que lo decapiten. Por supuesto las decisiones del emperador eran indiscutibles. Los soldados llevaron al pobre sastre a la mazmorra del castillo, mientras se compadecían de él sabiendo que no era culpable de nada, sino que la furia del emperador le hacía actuar de esa manera. Ya en la mazmorra, el sastre le preguntó a un guardia: ¿Es cierto que el emperador quiere a un oso que tiene en el castillo más que a sus hijos? Sí, le contestó el guardia. Es una cosa muy rara, no puede estar sin él a su lado. Hágame un favor, le dijo el sastre, ¿podría decirle al emperador que yo puedo lograr que el oso hable en dos años? El guardia se quedó perplejo, pero sabiendo que el sastre moriría, le cumplió su deseo. Le dijo al emperador que el sastre podía enseñar a hablar al oso y la reacción del emperador fue inmediata. Dígale al sastre que apruebo ese trabajo. Sacaron al sastrecillo de la mazmorra y le pusieron a su alcance todo lo que necesitaría en los próximos dos años, para poder hacer hablar al oso. El sastre volvió a su casa en un carruaje lleno de regalos, por lo que la mujer le preguntó: ¿Qué pasó? Si te iban a matar. No te preocupes, respondió el sastre. Voy a enseñar a hablar al oso del emperador. ¡Estás loco!, le gritó la mujer. Si tú en la vida has visto un oso. Mira, le dijo, mañana me iban a cortar la cabeza, sin embargo ahora tengo dos años por delante, en los que pueden pasar muchas cosas. Puede morir el emperador, puedo morirme yo o, lo más importante, a lo mejor el oso habla.
“Sabemos que no somos ni los mejores, ni los primeros, sin embargo ustedes nos hacen sentir así”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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