Por los caminos del Señor
Hola… Siempre que medito sobre esta fábula, encuentro algo nuevo y muy aleccionador. No todo lo que nos sucede y que pensamos que es bueno nos hace bien, así como algunas cosas que pensamos que no son buenas, a la hora de la verdad son muy beneficiosas para nosotros.
Esta historia probablemente no sea nueva para muchos de nosotros, pero al recordarla, seguramente en esta ocasión nos llevará a una provechosa reflexión.
“En el jardín de una casa, entre la multitud de flores destacaba una por su belleza. Sin lugar a dudas, quienes pasaban por la vereda y miraban el jardín, no podían dejar de exclamar ante la belleza de aquella rosa y ella lo sabía. La gente, al verla de lejos y admirar su belleza, no se fijaba en un sapito que siempre se encontraba a su lado. Un día, la rosa escuchó hablar a unos vecinos que pasaban por allí, quienes comentaban cómo podía estar un sapo tan repugnante junto a una rosa tan bella. Ante este comentario, la rosa increpó duramente al sapo, hasta que logró que se fuera de su lado.
Pasaron algunos meses y el sapito salió a pasear, se acercó al jardín donde estaba la rosa que lo había despreciado y ésta ya no tenía la belleza de antaño, estaba marchita, sin hojas y sin pétalos. ¿Qué te pasó? –le preguntó el sapito a la rosa. A lo que ésta le contestó: Desde que te fuiste, las hormigas y otros bichos comenzaron a comerme y mira cómo me dejaron. Claro, le dijo el sapito, yo me comía esas hormigas y bichos para que no te hiciesen daño y pudieras ser la más bella del jardín”.
Este momento puede servirnos para reflexionar, valorar y reconocer a quienes estando a nuestro lado, nos enriquecen y nos cuidan, así como para reconocer a tiempo aquellas personas para quienes somos poco importantes, aunque nosotros les demos un valor injustificado.
A veces es bueno reconocer a quienes son raíces en nuestra vida y que sin verlos, nos están sosteniendo. No caigamos en el error de la ingratitud.
“El Señor de los Milagros siempre será nuestro Consuelo”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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