Por los caminos del Señor
Hola… Viviendo uno de los acontecimientos más importantes en la religiosidad de nuestro pueblo, me permito alcanzarte algunos motivos de reflexión por los cuales este mes de octubre nos acerca más a nuestro Señor y, por ende, a nosotros mismos.
Un día me acerqué a la Iglesia de las Nazarenas. Era la primera vez que entraba en el templo. Recuerdo que era octubre. Me llamaron para apoyar en las confesiones: la cola era inmensa, la gente se agolpaba ante el confesionario, las experiencias vividas por quienes se acercaban eran de las más especiales. Digo especiales, pero no, yo nunca pensé…
Con 23 años entonces, y recién ordenado sacerdote, nunca pensé en el derrotero que el ser humano puede tomar. Pero… había conversión, había arrepentimiento, había cambio, hombres nuevos, capaces de conquistar las metas que el pecado, el error y la equivocación les pudieron haber negado en su vida.
Y todo eso, ¿quién lo estaba haciendo? El Cristo Morado de Pachacamilla, claro que sí. El Señor de los Milagros, no podía ser otro.
Cuando leas estas “cuatro líneas”, serán para ver el mes de octubre desde otra perspectiva, vale decir, desde aquella que nos hable de cambio y conversión; bueno, quizá la palabra que hoy en día tiene más aceptación es superación. Creo que es lo mismo, pero… sea este mes, el mes de la superación personal y del ambiente que te rodea. Signifique esto una mirada firme y sincera a la mirada del Cristo Morado y, en ella, ver con claridad nuestros errores, y nada… salir hacia adelante, y con todo.
¿Me estás escuchando? Sí, con todo.
No es este un mes morado distinto al que tú conoces, el de los ritos y las tradiciones, el de los turrones y sahumerios, el de las procesiones. Eso está muy bien, pero no olvides el otro, el mes morado que vives en tu alma, desde el cambio, desde la superación y sobre todo, aquel mes que nos hace acercarnos de verdad a la Verdad que es Cristo.
No merece la pena dejar perder esta oportunidad, te lo digo yo, que soy tu amigo y porque, además, ya pasaron 43 años de aquella experiencia vivida en la Iglesia de las Nazarenas. Ahora es más fuerte mi convencimiento de que Dios actúa y actúa bien.
“El Señor de los Milagros siempre será nuestro Consuelo”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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