Por los caminos del Señor
Hola… No es fácil encontrar un día en el cual se celebra litúrgicamente el cuarto domingo de Adviento y que llegada la noche, la Iglesia se ilumina con la luz de Cristo.
Esta noche celebramos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo y mañana lunes 25 de diciembre es el primer día de vida del Niño Dios entre nosotros.
Hay momentos en que no se puede vivir según un recetario, no existe un manual de funciones o manual de instrucciones de cómo vivir la Nochebuena o la Navidad. Nos pueden aconsejar qué ropa ponernos esta noche, nos pueden indicar qué y cómo servir la cena, o qué platos le pertenecen a esta noche o mañana a la Navidad, nos pueden incluso indicar cuáles son los regalos más idóneos según la relación que podamos tener con las personas a quienes podamos hacerle un regalo esta Navidad.
Sin embargo, y esto es lo más bello de todo, no existe un manual de instrucciones, existe un regalo valiosísimo que solo puede dar el corazón y que solo podemos envolver en un abrazo infinito de amor y de bendición. Esta no es una noche cualquiera, es una noche infinita, porque aquello que hoy vivimos, algún día nos lo recordará la vida, bien para agradecernos y espero que este sea el camino, o bien para demandarnos por ello, porque no supimos respetar la magia de la Navidad.
Los problemas o dificultades no deben alejarnos esta noche, en otras palabras no existen razones para no abrazar con el alma y no abrazar con el corazón.
Desde el año 1990 acompaño a mis lectores en esta columna en tiempos de Semana Santa, en tiempos de Fiestas Patrias, pero en el año nunca he podido escribir una tarjeta que quede eternamente grabada en el corazón de ustedes, mis amigos, pero más allá de mis palabras quiero que sepas que esta noche en la celebración eucarística, la única intención que voy a tener eres tú… para que el amor de Dios ilumine nuestras oscuras noches de problemas y de dificultades.
Sin embargo, soy consciente y otro día te lo contaré como anécdota, que mis Navidades comienzan el día que recibo la encomienda de mis padres, con aquello que mi madre servía en la cena de Nochebuena.
Para mí, por muchas razones abrir la encomienda es volver a vivir aquellos días entrañables de la Navidad, pero una de ellas es que “la encomienda siempre trae nieve”.
“Que nuestro corazón sea el mejor pesebre para Jesús”. San Agustín
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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