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Por los caminos del Señor

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Fecha Publicación: 13/01/2024 - 20:00
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Hola… Iniciado el presente año, en esta oportunidad veremos una historia que me resultó muy motivadora al conocerla, por referirse a un reconocido futbolista, que si bien ya se retiró de las competencias, sin embargo, su historia personal actualmente sigue vigente.

Sus padres lo abandonaron de niño en la puerta de un convento, fue recogido por las religiosas de dicho convento quienes lo llevaron a una congregación que cuidaba de niños abandonados.

Pasados algunos años, fue adoptado por una familia la cual le permitió desarrollar sus capacidades. Una de estas capacidades era el fútbol, en el cual era muy hábil y en su adolescencia apuntaba a llegar a ser una estrella.
Regresando a su infancia, a los dos años tuvo un gravísimo accidente de carro, donde se fracturó varias costillas y le quedó una cicatriz en la cara.

Fue operado y se recuperó satisfactoriamente al cien por ciento, pero la familia que lo había adoptado no tenía el dinero suficiente para una cirugía estética y fueron pasando los años. Ya involucrado en el mundo del fútbol, desde pequeño supo superar los comentarios que suelen vertirse ante un aparente defecto de las personas.

Es verdad que siendo joven le dolían los apelativos que le ponían por su cara cortada, sin embargo, se daba cuenta que era alabado por ser hábil con el balón y líder en su equipo.

Pasaron los años, de equipos infantiles pasó a juveniles, de equipos de barrio a equipos de ciudad y de divisiones inferiores a las grandes ligas europeas.

Formó parte de la selección francesa hasta el año pasado que se retiró y cosechó balones de oro, reconocimientos… Ganó mucho dinero por los contratos millonarios con los equipos en los que jugó y un día en una entrevista alguien le preguntó: Teniendo el dinero que usted tiene, ¿por qué no se ha hecho una cirugía estética en la cara? A lo que él contestó:

“Esta cicatriz me recuerda lo difícil que fue mi vida, primero siendo abandonado en medio de la calle, segundo haber sido mofa durante muchos años por parte de la gente que me veía, pero esta cicatriz me recuerda el espíritu de superación que a lo largo de mi vida me ha ayudado a comprender que aceptando mi historia personal, soy una persona feliz y para algunos hasta exitosa”.

Recordamos en esta historia la frase agustiniana:

“CONÓCETE, ACÉPTATE Y SUPÉRATE”.

Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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